miércoles, 16 de junio de 2021

Las tempestades de nuestro tiempo

 PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

20 de Junio de 2021

Domingo de la Duodécima Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Job 38, 1. 8-11 / Salmo 106, 23-26. 28-31 ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! / II Corintios 5, 14-17

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     4, 35-41


    Al atardecer de ese mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
    Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
    Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?»
    Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!» El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
    Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?»
    Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Si hemos entendido bien, «El amor de Cristo nos apremia» (2L) a amar, pese a las dificultades, porque, es inevitablemente parte de la vida y las habrá en esa tarea también. Pero, así como «el Señor habló a Job desde la tempestad» (1L), lo que es un símbolo de las complicaciones, cuando el temor parece apoderarse de sus discípulos (Ev), posteriormente pudieron comprobar que «en la angustia invocaron al Señor, y Él los libró de sus tribulaciones» (Sal), porque Dios no soluciona los problemas (esa es nuestra “pega”), pero tampoco nos deja solos con ellos.

…Y el auxilio no viene del más allá.

“La tarde de este viernes, a eso de las 14:30 horas, un hombre se precipitó desde el quinto al segundo piso del mall Costanera Center. El sujeto falleció y, de acuerdo a antecedes policiales, se trataría de un suicidio, pues dejó una nota explicativa.

En el lugar del suceso se levantó una carpa azul y arribaron funcionarios de la PDI y de la Sección de Investigaciones Policiales (SIP) de Carabineros.

El recinto, en tanto, siguió funcionando, en una jornada marcada por aglomeraciones”. (El Mostrador, 11 junio 2021)

¿Qué estaría atormentando a este hermano nuestro que lo llevó a tomar esta decisión, fruto de haber llegado al máximo de su desesperación?

No hay forma de saberlo. Lo que sí está en nuestro conocimiento es que, en nuestro tiempo y en nuestras sociedades, los motivos para el agobio son innumerables. De hecho, cada día 3.000 personas toman esa decisión en el mundo.

No es de extrañar si ya estamos habituados a que, como simboliza muy bien este caso, el consumismo puede ignorar tan groseramente el dolor de otros.

Si esto no nos conmueve, ¿qué puede hacerlo?

Otra nota que nos encontramos en los medios: “El 5 de noviembre de 2019, David Cortés, un asiduo postor de remates y comprador de chatarra, subastó la cartera de créditos por cobrar de la desaparecida Universidad Arcis. Pagó un millón de pesos por documentos que acreditaban más de 10 mil millones de pesos en morosidades, pertenecientes a siete mil exalumnos. Era como si se hubiese sacado la Lotería, pero no. Cortés no quería esos documentos para cobrarlos, quería devolverlos. En otras palabras, condonar las deudas. Costó que los mismos beneficiados le creyeran: ‘Es que nadie piensa que una persona te va a llamar para perdonarte una deuda. No funciona así el mundo’, dice” (Revista El Sábado, de El Mercurio, 12 junio de 2021)

¿Qué mueve a una persona a realizar una acción tan desinteresada?

Habría que leer el artículo para entenderlo un poco mejor, pero, sin duda, las motivaciones para ir contra la forma cómo “funciona el mundo” es posible que ni él las comprenda muy bien, porque son tan complejas y tienen tantas adversidades que muy pocos se atreven a intentar algo más o menos semejante.

Los cristianos, por cierto, no somos ajenos a nada de esto.

Aunque formamos parte de la fe más esperanzadora que existe, también caemos en la desesperación. O casi.

Ante los muchos males de nuestro tiempo, podemos escuchar a algunos de nosotros, si es que no ha salido de nuestros propios labios, desesperanzadas frases como: “la gente está muy mala” y “ya nadie respeta nada”.

Hablamos como sintiendo que Jesús está “en nuestra barca”, pero que no ayuda, porque está durmiendo. Y le recriminamos: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?»

Es llamativo, sí, que esta evaluación surja de situaciones como la violencia delictual común o de agresiones que, lamentablemente, han afectado símbolos o lugares emblemáticos de nuestras creencias.

Pero difícilmente elevamos nuestra voz, como comunidades creyentes, ante las desigualdades e injusticias que afectan a nuestras sociedades, las que son potenciales causantes de estas situaciones y de la del hermano suicida mencionado anteriormente.


“Eso es política” nos decimos para tranquilizarnos por esta grave omisión.

Si ante las dificultades (nuestras y del mundo) esperamos a que el mismo Señor “en persona” actúe, nos quedaremos estáticos haciendo nuestro cristianismo estéril.

No sabemos la opción religiosa de la persona que alivió a los deudores de aquella universidad, pero, sin dudas, su acción está mucho más cerca del estilo de cosas que Jesús querría de nosotros, que podemos hablar bastante de él, pero poco lo mostramos en nuestras formas de relacionarnos con los demás.

Que así no sea.

 

Todos vamos en la misma barca, Señor, pero en nuestra sociedad, cuando hay tormentas, hay quienes corren el riesgo de caer por la borda, mientras otros se guarecen en la cabina cómodamente. Impúlsanos a asemejarnos a ti en ayudar a que las tempestades no dañen a quienes la padecen. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, preocuparnos menos y ocuparnos más de las muchas dificultades que afectan a demasiados hermanos,

Miguel

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