miércoles, 21 de julio de 2021

Que nunca nada se pierda

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

25 de Julio de 2021

Domingo de la Décimo Séptima Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

II Reyes 4, 42-44 / Salmo 144, 10-11. 15-18 Abres tu mano, Señor, y nos sacias con tus bienes / Efesios 4, 1-6

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     6, 1-15


    Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
    Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para darles de comer?»
    Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
    Felipe le respondió: «Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan».
    Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?»
    Jesús le respondió: «Háganlos sentar».
    Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
    Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada».
    Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
    Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: «Éste es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo».
    Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Creemos que «hay un solo Dios y Padre de todos» (2L), y que es un Padre providente, al punto que se le puede decir: «abres tu mano y colmas de favores a todos los vivientes» (Sal). Pero Él espera que los creyentes pongan su parte: sus «cinco panes de cebada y dos pescados» (Ev), es decir, sus brazos, su inteligencia, su voluntad, para poder multiplicarlas «porque así habla el Señor: Comerán y sobrará» (1L): el Señor -más quienes son sus amigos- todo lo pueden.

Que a nadie le falte nada.

Circula en las famosas redes sociales un texto que dice lo siguiente:

“Un periodista preguntó a una pareja de ancianos:

- ¿Cómo se las arreglan para estar juntos aún después de 65 años?

Y ella contesta:

- Nacimos en un tiempo en el que, si algo se rompía, se arreglaba, no se tiraba a la basura.”

Partamos diciendo que subyace en esta breve composición una crítica bastante simplista (la cual no compartimos) a las rupturas de las relaciones de pareja, situaciones mucho más complejas que el mero querer deshacerse de algo que se quebró.

Sin embargo, es una gran verdad aquello de que en otro tiempo había cultura de reparación, mientras que hoy se bota con demasiada facilidad todo, además de que las distintas industrias ya no elaboran productos duraderos.

Sumado a lo anterior, los medios de comunicación exaltan todo lo nuevo y lo joven, instando a rechazar lo viejo y a los viejos.

Nuestros tiempos son los de la cultura del desecho, del cambio y lo transitorio.

Recientemente la oficina FAO de las Naciones Unidas advertía que, a nivel mundial, la tercera parte de los alimentos producidos para consumo humano se pierde o se desperdicia a lo largo de toda la cadena alimenticia, lo que equivale a 1.300 millones de toneladas por año.

Y, sin ir más lejos, también según FAO, se estima que en Chile se desperdician 63,3 kg de pan al año por familia, lo que corresponde al 16,7% del consumo promedio en la población nacional.

Incluso, un estudio de la Universidad de Talca de 2017 determinó que la práctica de botar alimentos es considerada como normal por los chilenos y que incluso eliminamos alimentos sellados. De hecho, señala que el 95% de las personas piensa que el botar comida acumulada en el refrigerador es una práctica normal.

Todo esto, al mismo tiempo que, como bien sabemos, existen muchos que mueren de hambre. Pero, desde la óptica cristiana, ya un solo ser humano, hijo de Dios como es, al que le suceda aquello, debiese ser un escándalo.

Es en este contexto en que nos salta a la vista en el evangelio para esta semana otra gran frase de nuestro Maestro de vida no suficientemente valorada, pese a ser tan significativa.


Después de hacer que la multitud se alimentase hasta que «todos quedaron satisfechos», él indica a sus colaboradores en esta tarea: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada».

¡Cómo debiese resonar fuerte en nuestros corazones esta orden, tomando en cuenta lo mencionado anteriormente!

¿Qué estamos haciendo, cómo aportamos los seguidores de Cristo para combatir esta grave situación?

«En resumen, sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Cor 10,31)

 

Sácianos siempre con el pan que mejora la Vida, Señor, y que este nos alimente y nos impulse a ser aporte para que a ningún hermano le falte el digno sustento, sin olvidar cuidar los bienes que el Creador puso en nuestra tierra para que todas sus criaturas tuviesen lo necesario. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber cómo cuidar y proteger los escasos bienes, para, a la vez, ayudar a que lo que Dios creó para todos, sirva efectivamente para todos,

Miguel

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