miércoles, 28 de julio de 2021

Trabajar por lo que da Vida eterna

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

1 de Agosto de 2021

Domingo de la Décimo Octava Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Éxodo 16, 2-4. 12-15 / Salmo 77, 3-4. 23-25. 54 El Señor les dio como alimento un trigo celestial / Efesios 4, 17. 20-24

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     6, 24-35

 


  Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?»
    Jesús les respondió:
        «Les aseguro
        que ustedes me buscan,
        no porque vieron signos,
        sino porque han comido pan hasta saciarse.
        Trabajen, no por el alimento perecedero,
        sino por el que permanece hasta la Vida eterna,
        el que les dará el Hijo del hombre;
        porque es él a quien Dios,
        el Padre, marcó con su sello».
    Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?»
    Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado».
    Y volvieron a preguntarle: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura:
        "Les dio de comer el pan bajado del cielo"»
    Jesús respondió:
        «Les aseguro que no es Moisés
        el que les dio el pan del cielo;
        mi Padre les da el verdadero pan del cielo;
        porque el pan de Dios
        es el que desciende del cielo
        y da Vida al mundo».
    Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les respondió:
        «Yo soy el pan de Vida.
        El que viene a mí jamás tendrá hambre;
        el que cree en mí jamás tendrá sed».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Quienes «fueron enseñados según la verdad que reside en Jesús» (2L) son invitados a acudir, generosa y solidariamente, donde aquellos otros que claman: «Señor, danos siempre de ese pan» (Ev), entendiendo que, si proviene de Cristo, siempre será mucho más que alimento para la vida física. Por ello, es importante que nos dispongamos a ser los instrumentos que ayuden a hacer visibles «las glorias del Señor y su poder» (Sal), para que, una vez más, Él pueda manifestar, mediante los actos de quienes lo aman: «Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios» (1L).

Las Obras de Dios, siguiendo al pan de Vida.

¿Cuál es «el alimento perecedero» al cual no hay que buscar tanto?

Por cierto, es, en este caso, lo que sacia físicamente, como recoge la crítica de Jesús: «ustedes me buscan […] porque han comido pan hasta saciarse».

Pero sería absurdo pensar que él pretende negar la necesidad de alimentarse y de ocuparse de que otros también se alimenten, porque sería contradictorio con muchas de sus acciones y palabras, como la reciente multiplicación de los panes para la multitud que despertó la compasión del Maestro, como sucedió unos versículos antes de este texto que se nos presenta este día.

Y también iría en contra de la enseñanza bíblica anterior al paso de Cristo por nuestra tierra.

De hecho, el salmista cantó mucho antes de su tiempo -y, probablemente, el mismo Maestro repitió con agrado estas palabras en las sinagogas-: «Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas en favor de los hombres, porque él sació a los que sufrían sed y colmó de bienes a los hambrientos» (Sal 107,8-9).

Recordemos, además, que a la comunidad ideal de los primeros tiempos del cristianismo se la caracterizaba de esta manera: «Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón» (Hch 2,46).

También, es bueno tener presente el diálogo que Jesús proyecta para el final de los tiempos: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber […porque] cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,34-40).

El tema está, entonces en que no debemos olvidar que «El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”» (Mt 4,4). El pan es importante, sí -¿cómo no va a serlo?-, pero olvidar las enseñanzas de nuestro Creador para conseguirlo le quita plenitud y dignidad a la clase de vida que llevamos.

Un profeta del Señor, por ejemplo, enseñó: «si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía» (Is 58,10). Cuando se proclama esto, solemos afirmar que es “palabra de Dios”. Pues, de este tenor suele ser siempre la palabra que “sale de su boca”, la que nos daría mejor vida (Vida Eterna) si dejásemos que nos guiara.

Más aún, en nuestra Biblia también podemos encontrar esta otra enseñanza de “su boca”: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: así […] el Señor te recompensará» (Prov 25,21-22). Así lo comprendió nuestro Maestro de vida cuando nos invitó a amar a todos, aunque no sean nuestros cercanos.


Es decir, podríamos comprender que «el alimento […] que permanece hasta la Vida eterna», o «las obras de Dios», son dejarse guiar por quien es «el pan de Vida», quien puede acabar el hambre y la sed, si los cristianos seguimos sus invitaciones a tener muy presentes a los hermanos, hijos del mismo Padre Dios, sus necesidades y sus inquietudes, tal como él mismo hizo. En otras palabras, que podamos vencer nuestro egoísmo, para que llenemos nuestra existencia de la luz del amor.

Después de eso, «Ve, entonces, come tu pan con alegría y bebe tranquilamente tu vino, porque a Dios ya le agradaron tus obras» (Ecl 9,7).

 

Tan fácil que nos es el dejarnos inquietar por tantas cosas y, peor aún, que en la búsqueda por satisfacer nuestras comodidades materiales y también las legítimas necesidades básicas, olvidemos tus palabras y ejemplos, Señor. Sigue iluminando nuestro camino. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, descubrir en todo momento cuál es el alimento que da Vida auténtica y trabajar para que se distribuya a todos,

Miguel

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