miércoles, 7 de julio de 2021

Todos invitados a transmitir el mensaje de Vida

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

11 de Julio de 2021

Domingo de la Décimo Quinta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Amós 7, 12-15 / Salmo 84, 9-14 Manifiéstanos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación / Efesios 1, 3-14

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     6, 7-13


    Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
    Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.
    Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos».
    Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

El Señor no quiere profesionales de la Palabra, sino gente como tú y yo. Amós, por ejemplo, lo recuerda así: «(Él) me sacó de detrás del rebaño y me dijo: "Ve a profetizar a mi pueblo"» (1L). Y, tal como él, todos «los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella» (2L) debiésemos sentirnos enviados con el poder de Jesús (Ev) a anunciar la Buena Noticia de que «El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de Él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos» (Sal). El mundo necesita saber esto y nosotros necesitamos saber expresarlo.

Que nadie se sienta excluido de esto.

En las culturas semíticas, como la de Jesús, los símbolos son muy importantes. Por eso, él realiza acciones que tienen significados más allá de lo hecho.

Tomemos como ejemplo el que él había acudido, probablemente, muchas veces al Templo de Jerusalén, sin embargo, sólo una vez se registra que derriba los negocios de los cambistas y vendedores, porque en esa ocasión quería dejar claro, al comienzo de su misión, que el lugar de Dios debía purificarse de las costumbres que impiden, en la práctica, encontrarlo.

O, la más compleja de comprender, que es la maldición a una higuera que no daba frutos, en una época que no correspondía que tuviese, escena que parece querer ejemplificar la esterilidad de su pueblo (el judío, el elegido por Dios), al cual, bíblicamente, se lo había comparado en otras ocasiones con ese árbol y que estaba demostrando no estar siguiendo las orientaciones de su Señor.

Y, así, muchos símbolos; también en sus palabras.

Meditando desde esta perspectiva, podríamos preguntarnos: ¿por qué Doce? ¿para qué Doce? ¿es un número fijo?

Tengamos presente, como antecedente importante, que ni los evangelistas tienen coincidencia exacta acerca de esa docena de nombres, como para entender que no era una estructura importante en los primeros tiempos: mientras los sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) hablan de un Bartolomé, Juan menciona en su lugar a un Natanael. El cuarto evangelio ni siquiera menciona a tres de ellos: Mateo, Santiago de Alfeo y a Simón el cananeo. Y este último se llamaba así para Mateo y Marcos, pero para Lucas era Simón el zelote…

Pero, más significativo aún, recordemos que el mismo Maestro, en muchos pasajes trascendentes del evangelio, como la Transfiguración o la agonía en Getsemaní, se hacía acompañar sólo por tres de esos Doce: Pedro, Santiago y Juan o que, en otras ocasiones, el envío a misionar lo hizo a muchos más: setenta y dos discípulos (Lc 10,1).

Por último, vemos que la primera comunidad, aquella que recibe el Espíritu Santo en Pentecostés, estaba compuesta por «alrededor de ciento veinte personas» (Hch 1,15; 2,1).

Hay iglesias que entienden que este número era algo que debía mantenerse y tienen sus propios “doce apóstoles” actuales y otras que funcionan sobre la base de que los sucesores de estos se multiplicaron en la medida que el número de creyentes creció hasta los millones de hoy.

Parece ser que el significado más importante de los Doce es que recuerdan lo mejor de la historia de su Nación, la que, posterior a su liberación de la esclavitud de Egipto, se organizó en doce tribus que se aliaron para repartir la tierra prometida y celebrar comunitariamente el haber sido rescatados gracias a la intervención del poderoso brazo de Dios (Ex 6,6). Por eso él ahora escogería a doce discípulos, como símbolo de que desea organizar una nueva alianza, ya no de sangre o de raza, o de ideas nacionalistas, sino como un germen de una humanidad nueva.

En esta lo más importante no será -como estamos acostumbrados, y tanto mal nos ha hecho- los medios económicos: «les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas»

Tampoco, como también es habitual en nuestros proyectos humanos -y también ha producido daños-, que esto se realizara imponiéndose a los demás, sino recibiendo con sencillez el que la Buena Noticia que portaban fuese acogida: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir».

Pero, eso sí, dejando claro que, donde el proyecto humanizador del Reino no fuese acogido, no había que adaptarse, sino que, «al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos» (otro símbolo, de hecho).


Podríamos resumir que son los fines los que determinan los medios: lo importante es que haya quienes vayan «a predicar, exhortando a la conversión»; que trabajen por expulsar «a muchos demonios» que impiden una vida digna a tantos hermanos; y que ayuden a sanar tantas heridas físicas y emocionales que produce la forma inhumana en que nos tratamos en nuestras sociedades.

Para eso, es importante que hagamos conciencia de que esta no es tarea de doce, setenta y dos, ciento veinte, los curas, los pastores o las monjas, sino más bien de cuantos sientan que es la forma de serle fiel al Señor de la Vida.

 

Tu caminar y tus palabras nos han dado poder sobre los espíritus impuros que le han hecho y le siguen haciendo tanto daño a nuestra convivencia y relaciones, impidiendo que sean como nos enseñaste que esperaba tu Padre, Señor. Perdona nuestra debilidad y aumenta nuestra fe y fortaleza. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber estar disponibles para transmitir el mensaje de vida nueva, pero ser conscientes que somos ese mensaje para muchos,

Miguel

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