miércoles, 11 de agosto de 2021

Una fe con los pies en la tierra

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

15 de Agosto de 2021

Asunción de la Virgen María

 

Lecturas de la Misa:

Apocalipsis 11, 19; 12, 1-6. 10 / Salmo 44, 10-12.15-16 Es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir / I Corintios 15, 20-27

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     1, 39-56


María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.»
María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.»
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Mucha maldad proviene de hombres (y mujeres) como nosotros, pero, gracias a Dios, también «por medio de un hombre viene la resurrección» (2L), entendiendo esto como algo mucho más amplio que una existencia después de esta, sino como plenitud de vida. «Él es tu señor: inclínate ante él» (Sal), pero antes de ser el Señor fue un humano. Esto fue posible, porque primero hubo una mujer que «estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz» (1L). Ella es «bendita entre todas las mujeres» (Ev), debido a este rol, pero sobre todo por haber creído que para Dios nada es imposible.

Y también en el barro, si es necesario.

Muchas culturas antiguas tenían sus adivinos: personajes que “veían el futuro” y lo comunicaban al gobernante o a su pueblo, siendo reverenciados y temidos por esta función.

Por error, se pone en esta categoría a los profetas del Antiguo Testamento. Ellos eran más bien personas que analizaban el presente, identificaban en él las tendencias de su sociedad, habitualmente lejos del querer de Dios, y, después, movidos por su comprensión de esa voluntad para su gente, hacían advertencias y hasta amenazas.

Ahí, hacían pronósticos para su futuro, pero en el sentido de decir: si continúa este tipo de comportamiento de los dirigentes y del pueblo sucederán fatales desgracias. Éstas serían consecuencia de las violaciones de las leyes que, para nuestro bienestar (personal y comunitario) nos dio el Padre Bueno.

Un ejemplo de palabra profética, hablando en nombre de Dios acerca de los dirigentes del pueblo: «ellos venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; pisotean sobre el polvo de la tierra la cabeza de los débiles y desvían el camino de los humildes» (Am 2,6-7)

Otro ejemplo son las palabras de María en este texto del evangelio que meditamos este día: celebra la acción de Dios porque «derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías».

Pero, ¿cómo?. ¿No que la virgen era puras cosas espirituales y alejada de lo terrenal?

No. Esa imagen mutila y tergiversa a esta mujer.

Jesús fue criado por ella, su influencia -tiene sentido creerlo- le llevó a describir su propia misión de esta manera que sería una forma de cumplir la profecía de su madre: «El Espíritu del Señor está sobre mí […] me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos» (Lc 4,18).


Esta mujer que, según la creencia católica, fue llevada en cuerpo y alma al cielo, mientras estuvo acá tuvo los pies bien puestos en la tierra y, probablemente, también en el barro, si era necesario para hacer que el Reino de Dios les llegase de manera concreta a todos, especialmente a los excluidos de todos, incluso del amor de Dios, por una concepción errónea de las personas de la religión.

Una vez más, en la Escritura que veneramos como Palabra de Dios encontramos un cuestionamiento a nuestro entender la fe desapegada de la vida compleja y llena de injusticias como realmente es, lo que hace que muchos piensen como aquel analista que acuñó la frase: “la religión es el opio del pueblo”. No es un insulto para los creyentes, sino la consecuencia de malas prácticas de muchos de nosotros.

¿Qué podríamos hacer para corregir ese tipo de cristianismo tan poco apegado a lo que fue y enseñó Cristo?

 

Nuestra alma y todo nuestro ser también quisieran proclamar efectiva y eficazmente la grandeza de tu Padre, Señor, porque es un Dios que se pone del lado de los débiles y, por ello, nos inspira a buscar la forma de que los injustos caigan desde lo alto de su soberbia y de que se colme a los hambrientos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, vivir una fe acorde con la vida de verdad, sin caer en alienaciones que le quitan toda la fuerza al mensaje de Jesús,

Miguel

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