miércoles, 8 de septiembre de 2021

¿Sabemos a quién estamos siguiendo?

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

12 de Septiembre de 2021

Domingo de la Vigésimo Cuarta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 50, 5-9 / Salmo 114, 1-6. 8-9 Caminaré en la presencia del Señor / Santiago 2, 14-18

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     8, 27-35


    Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy Yo?»
    Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas».
    «Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?»
    Pedro respondió: «Tú eres el Mesías». Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad.
    Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
    Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

La liturgia de este Domingo nos trae la pregunta más estremecedora para los creyentes: «¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras?» (2L). Para eso, Jesús propone la fórmula del Reino: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» (Ev), pero quienes le siguen no quedan solos, ya que «el Señor viene en mi ayuda» (1L), para lograr perder la falsa vida sin verdadera alegría «Él libró mi vida de la muerte» (Sal), otorgando la verdadera Vida: ésa que produce obras o frutos de plenitud, también llamada Buena Noticia para todos.

¿Lo estaremos siguiendo correctamente?

Esta es una pregunta que necesitamos hacernos muchas veces, cada cierto tiempo, en nuestra vida. Una entre tantas.

Por ejemplo: ¿cuál es el sentido de mi existencia? ¿por qué trabajo (o estudio, o realizo) en lo que estoy? ¿para qué me levanto cada día? ¿en qué creo? ¿en quién creo?

Claro, hay que reconocer que está demostrado que se puede vivir perfectamente obviando estos y todos los cuestionamientos en nuestra vida.

Bueno, en realidad “perfectamente” no. Porque esa es más bien una forma anestesiada de existir: como “en piloto automático”, o empujados por los vientos (opiniones, acciones de otros).

Una deslenguada canción popular, con acierto, lo describía así, hace unas décadas: “El profesor no tiene la cabeza en enseñar / Como el doctor no sale de su casa para sanar / Somos un perro tras un hueso / Esclavos de los pesos…” (Quieren dinero. Autor: Jorge González)

Lo acertado está en identificar la motivación de muchos en nuestras sociedades exageradamente materialistas.

Los cristianos, las cristianas (o, al menos, quienes hagan intentos serios por acercar su vida a las enseñanzas de Jesús) sería muy apropiado que nos preguntásemos habitualmente acerca de nuestras profundas motivaciones: “¿a quién estamos siguiendo?” y la consecuente: “¿lo estaremos siguiendo correctamente?”

Porque el riesgo de repetir patrones que pudieron ser correctos en otro tiempo, pero quedar desfasados en los nuevos tiempos, estará siempre presente.

Le ocurrió al pueblo de Jesús, cuyos líderes, como sabemos, chocaron en innumerables ocasiones con Jesús porque le daban exagerada importancia a normas como lavarse las manos antes de comer y otras, perdiendo de vista la dignificación de la persona humana, que, según entendía el Maestro, estaba en el origen de esas normas.

Y, también, el otro riesgo: el de ir construyendo tradiciones que, sin quererlo, van acomodando la fe a nuestras costumbres o lo que nos sale más fácil o a nuestros temores.

Le sucedió al propio Pedro, quien acertó cuando respondió: «Tú eres el Mesías». Pero la parte de que tenía que sufrir no le gustó nada. Primero, porque efectivamente lo quería mucho y, por eso, «comenzó a reprenderlo», para evitar que tomase ese camino, pero también porque era muy probable que a ellos, su comunidad, le tocara parte de ese castigo.

Seguirlo tiene consecuencias. Implica renuncias.

Decir que sí al estilo del Reino, al seguimiento de Jesús, es insistir en que nuestro Dios es Padre de todos, lo que implica que todos somos igualmente hermanos y hacer todo lo posible para que nadie quede debajo de ese nivel de dignidad. Una consecuencia de esto, por ejemplo, es decirle no a seguir la corriente de los que sólo “quieren dinero” y, por lo tanto, se toman muy a mal que se desaliente la competencia, fomentando la solidaridad. Porque aquella (ganarle a otros casi a cualquier costo) es uno de los motores de la sacrosanta economía, como se entiende en nuestros esquemas capitalistas.

En cambio, la solidaridad fraterna, el cuidar que todos puedan acceder al pan, techo y abrigo, por encima de los “equilibrios macroeconómicos”, trae consecuencias. Por lo pronto, se intenta descalificar adscribiendo esas prácticas a una ideología en particular, pero también puede conllevar despidos, persecución y hasta castigos físicos.


Debido a todo esto, desde los altavoces de los medios de comunicación masivos, se busca atontar y adormecer las conciencias, para que nadie se pregunte demasiadas cosas.

Pero esos «pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres», creemos nosotros.

Pero ¿cuáles serían los pensamientos más cercanos a los de Dios en tu vida, en tu entorno, en tu comunidad, en tu país, hoy? Y ¿qué acciones debiesen llevar a cabo los cristianos al respecto?

Siempre será un aporte al mundo que los que nos atrevemos a decirnos seguidores de Jesús nos estemos preguntando estas cosas.

 

Creemos tener claras las respuestas respecto a ti, Señor. Pero se nos olvida que las preguntas van cambiando con los tiempos: no es lo mismo ser cristianos hoy que hace veinte siglos. Ayúdanos a mantener la fidelidad y la coherencia. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, la fidelidad al Señor y la coherencia con lo que decimos creer, tratando de cuestionar permanentemente lo que creemos,

Miguel

 

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