miércoles, 10 de noviembre de 2021

La razón de nuestra esperanza

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

14 de Noviembre de 2021                                        

Domingo de la Trigésima Tercera Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Daniel 12, 1-3 / Salmo 15, 5. 8-11 Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti / Hebreos 10, 11-14. 18

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     13, 24-32

 


  Jesús dijo a sus discípulos:
    En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.
    Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta.
    Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Habrá un tiempo en que «se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria» (Ev) y eso, a quienes lo amamos y confiamos en su amor, a quienes nos hizo «conocer el camino de la vida» (Sal), debiese sólo alegrarnos, porque «los que hayan enseñado a muchos la justicia brillarán como las estrellas» (1L), entre quienes, si somos fieles, debiésemos ser contados nosotros, ya que «Él ha perfeccionado para siempre a los que santifica» (2L). Y, como ya sabemos que será así, tenemos toda la vida para ir practicándolo.

Historias sobre el después de la historia.

Existen denominaciones cristianas que parecen tener como objetivo principal el asustar a los demás con el final de los tiempos, el cual traería dolor y miserias a todo aquel que no se convenza de vivir la religiosidad de la misma forma que ellos.

Otros no lo explicitan tanto, pero, si se llega al tema, de todas maneras ven un horizonte de espanto en aquellas circunstancias que deben llegar inexorablemente y, debido a que no somos capaces de ser fieles a las enseñanzas de Jesús, mereceremos la tragedia que nos espera.

¿De dónde viene tanta creencia teñida de horror?

¿Será coherente dicho miedo con la fe en Jesús y lo que nos enseñó de su Padre infinitamente misericordioso?

Nos parece que no sólo no lo es, sino que es absolutamente contradictorio.

Porque nuestro Maestro es alguien que nos legó palabras como estas, por ejemplo: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré» (Mt 11,28) o, en sus últimos momentos entre nosotros, estas otras: «No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán» (Jn 14,18-19)

Todo lo anterior, tributario de las lecturas que había hecho de las Escrituras, como esta: «yo conozco muy bien los planes que tengo proyectados sobre ustedes -oráculo del Señor-: son planes de prosperidad y no de desgracia, para asegurarles un porvenir y una esperanza» (Jer 29,11).

Esto llevaba a que sus primeros seguidores elaborasen alabanzas como esta: «Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios» (2 Cor 1,3-4)

Ok, pero ¿cuáles son las enseñanzas directas de Jesús al respecto?

Es importante para contextualizar lo que diremos a continuación, en primer lugar, mencionar que, según el consenso al que han llegado los estudiosos del tema, el Evangelio de Marcos es el más antiguo de los cuatro que encontramos en nuestra Biblia.

La conclusión que se saca de esto es que es el más cercano a los hechos y palabras narrados. Debido a eso, en las ocasiones que divergen las versiones, podemos asumir que la del segundo evangelio será aquella con mayor fidelidad al espíritu original.

Pues bien, el texto de Marcos que se nos presenta este día nos trae imágenes alegóricas sobre los tiempos finales, las cuales, como era tradición en aquella época, suelen ser catastróficas.

Pero, inmediatamente después, se nos ofrece una consoladora señal. En esas circunstancias «se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte».

Esto significa que, ante el cataclismo final, inevitable, según la mentalidad de quienes vivieron en aquella era, se nos aporta que podemos contar con el Salvador, también entonces, quien pondrá todo su poder a nuestro servicio.


Y, como si fuera poco, contamos con su promesa: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». Es decir que, suceda lo que suceda, sus palabras de misericordia compasiva permanecerán eternamente.

De aquí extraemos un gran motivo para fortalecer nuestra esperanza. Y, por lo tanto, no encontramos razones para el temor, ni, menos, para el horror a la espera de que todo termine.

Tanto, que el libro de la Biblia que alimenta más nuestras creencias sobre el final de los tiempos, nos dice esto: «nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el calor. Porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos» (Ap 7,16-17).

Es importante tener presente todo lo anterior para poder argumentar ante «cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen» (1 Pe 3,15).

 

No sabemos -ni tenemos la forma de saberlo-, cómo terminará la historia humana, tampoco la de cada uno de nosotros. Pero sí debiésemos confiar en que, cualquiera sean las circunstancias, tú, Señor, estarás ahí con la mano tendida y la sonrisa acogedora, recibiéndonos. Auméntanos la fe y la esperanza. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, confiar más y confiar mejor en que en el inevitable final del camino, personal y colectivo, encontraremos al Dios Amor,

Miguel.

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