miércoles, 8 de diciembre de 2021

Conversión concreta y eficaz

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

12 de Diciembre de 2021                                         

Domingo de la Tercera Semana de Adviento

 

Lecturas de la Misa:

Sofonías 3, 14-18 / Salmo Is 12, 2-6 ¡Aclamemos al Señor con alegría! / Filipenses 4, 4-7

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     3, 10-18


    La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer entonces?»

Él les respondía: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto.»

    Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?»

    Él les respondió: «No exijan más de lo estipulado.»

    A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?»

Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo.»

    Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible.»

    Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Llegará un tiempo, que es el que con fe esperamos, en que se nos dirá: «el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal» (1L) y nosotros diremos: «Este es el Dios de mi salvación» (Sal). Paso previo para eso será convertir concreta y eficazmente nuestras actitudes egoístas (Ev), de tal manera «Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres» (2L). Porque donde está Dios hay amor.

Cambios que literalmente sirvan.

Los cristianos creemos que hay un solo Dios. Sin embargo, hay prácticas de muchos grupos y personas que llevan a pensar que, pese a que también se denominan cristianos, su dios no puede ser el mismo nuestro…

Porque, por ejemplo, ¿qué tiene que ver el Dios eternamente misericordioso que nos enseñó Jesús con aquel en nombre de quien se llevaron a cabo las cruzadas, la inquisición o a quien impusieron violentamente a los nativos en la conquista de América?

O, ¿en qué se parece el Dios padre bueno de todos que predicó Jesús con ese que, según los intereses de los poderosos cristianos de cada época, amparó y aceptó la esclavitud, la usura y la dominación/anulación de las mujeres y muchas más injusticias hasta el día de hoy?

En fin. Parece haber “dioses” para múltiples gustos.

No olvidemos que, sin ir tan lejos en el tiempo, el “dios” de los pederastas y abusadores de distinta calaña era muy permisivo con estas situaciones, hasta el punto de justificarlos. Tanto, que ninguno a su alrededor se arrugaba para llamar “santos” a algunos de estos perversos.

Pues bien, ocurre en cierto punto de la historia que surge Juan Bautista como el gran profeta de la conversión. Se lo consideraba un enviado de Dios para anunciar los caminos hacia el encuentro con Él.

Llamativo, debido a que su pueblo era muy religioso y, según su tradición, tenían muchas palabras directas de Dios para guiar sus pasos, sin embargo, Juan les hacía pensar que, pese a que creían conocerlo, andaban más bien extraviados, por eso «la gente le preguntaba: “¿Qué debemos hacer entonces?”».

La respuesta, entonces como ahora, no va por el lado de ser más “religioso”: ir más al Templo, rezar más, practicar más devociones… porque, bien lo sabía el Bautista y cualquiera que se tome en serio la vida espiritual, como nuestro Maestro Jesús, por ejemplo: «la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta» (Stg 2,17).

Ese dios al que le bastan los rituales no es el mismo al que Juan invitaba a acercar la vida. Su Dios -para distinguirlo de aquel de las autoridades religiosas-, invita a la conversión concreta y eficaz.

Entonces, como el egoísmo es un pecado, debido a que es la negación del amor, si quieren convertirse, «el que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto».

Si su trabajo es, por ejemplo, recolectar impuestos, como la avaricia es un pecado, porque pone en primer lugar el beneficio económico propio por sobre el amor al prójimo necesitado, si quieren convertirse, no lo usen como herramienta de enriquecimiento ilícito y «no exijan más de lo estipulado».

Si se les ha confiado el uso exclusivo de las armas para la protección de la comunidad, debido a que la injusticia es pecado, porque afecta a los más sencillos de los hijos de Dios, si quieren convertirse, no perviertan su labor y «no extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo»


Es decir, si de verdad queremos acoger el llamado a la conversión que permanentemente nos hace el Dios de Jesús, de Juan y de quienes lo han entendido mejor, no es necesario mirar muy lejos, sino hacer cambios concretos en la forma cómo nos relacionamos con los demás, poniendo en primer lugar lo mismo que ponía nuestro Maestro: el bienestar y cuidado por los otros hijos de Dios, nuestros hermanos, comenzando por los más carenciados, los marginados y los pequeños, ya que, a mayor dificultad, mayor necesidad de auxilio y apoyo se tiene.

Es que el evangelio es parte de la vida o es una completa pérdida de tiempo. Es el Dios de la Vida o una vida de fe aparente, dedicada infructuosamente a dioses que no se parecen al de Jesús.

 

Necesitamos convertirnos, cada vez más y cada vez mejor, Señor, de tal manera de alejar nuestros pasos del egoísmo injusto e indiferente, para redirigirnos hacia tu estilo generosamente compasivo, fraterno y solidario, con el cual sabes que seremos más felices. Sigue guiándonos y ayudándonos a ser fieles en este camino. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, convertir nuestra vida, nuestro accionar, nuestro pensar y sentir para redirigirlo en dirección a las enseñanzas de Jesús,

Miguel.

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