miércoles, 22 de diciembre de 2021

Para ser mejores familias

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

26 de Diciembre de 2021                                         

La Sagrada Familia

 

Lecturas de la Misa:

I Samuel 1, 20-22. 24-28 / Salmo 83, 2-3. 5-6. 9-10 ¡Señor, felices los que habitan en tu Casa! / I Juan 3, 1-2. 21-24

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     2, 41-52


Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» Ellos no entendieron lo que les decía.
Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Si hemos llegado a sentir: «mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente» (Sal), pasada la Navidad, podríamos sentir que «era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía» (1L). Y, pasada y ya conocida la forma de vivir de ese Hijo, sabiendo que él es nuestro ejemplo, podemos exclamar, según sus enseñanzas: «¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente» (2L). La consecuencia natural de esto es que digamos, como nuestro Hermano Mayor: «¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» (Ev) y dedicar buena parte de la vida a eso.

Usando el espejo de la familia de Nazaret.

Existe un libro de comic de Superman que tiene una premisa muy interesante: ¿qué hubiese sucedido si la nave de este superhéroe hubiese aterrizado (y, por lo tanto, su vida se hubiese desarrollado) en Ucrania, en la extinta Unión Soviética, en vez de Kansas, EEUU, como es en la historia original?.

En resumen: con sus poderes ayuda a que el comunismo se imponga en la mayor parte del mundo.

Lo interesante de esta visión es que es muy fiel a cómo funciona nuestra naturaleza humana (aunque, él, estrictamente hablando, se supone que no pertenece a nuestra raza).

Los creadores dieron en el clavo acerca de cómo influyen nuestras circunstancias en lo que finalmente somos.

De nuestra familia vienen muchas de nuestras opciones, opiniones y gustos, nuestro equipo de fútbol favorito, nuestras inclinaciones políticas y hasta la religión que profesamos o a la que somos más cercanos.

Jesús, como sus padres, es fruto de su tiempo y su pueblo: todos son judíos y siguen las tradiciones y ritos de esa confesión: «iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua», por ejemplo.

Él, como debía sucederles a muchos jóvenes y adolescentes de su pueblo, tenía una gran inclinación por las cosas del Señor.

Según su tradición repetían: «Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte» (Dt 6,4-7)

Y es así que, constantemente transmitían de padres a hijos las intervenciones de Dios en la historia de su Nación (Ex 10,2), para que estas enseñanzas le sirviesen toda la vida (Prov 22,6).

Este día en que se nos invita a meditar en la realidad de nuestras familias, usando el parámetro de la conformada por María, José y Jesús, nos parece que lo primero en lo que todos estaremos de acuerdo es en que hay que honrar al padre y a la madre, sin excusas, a menos que estos hayan cometido delitos contra nosotros (eso no lo dice la Biblia, pero se entiende del privilegio por la vida y la dignidad humana que nos enseñó con su ejemplo Jesús. De lo contrario, usando este mandamiento, podría verse perjudicada la existencia y hasta la fe de las víctimas, como de hecho ha sucedido).

Teniendo conciencia de que «Los hijos son un regalo del Señor, el fruto del vientre es una recompensa» (Sal 127,3), debemos recordar que no nos pertenecen como cualquier objeto, sino sólo están a nuestro cuidado para ayudarles a lograr lo que su potencial permita. Por ello, «padres, no exasperen a sus hijos, para que ellos no se desanimen» (Col 3,21).


Entonces, el niño Jesús claramente honraba a sus padres, ya que no estaba en una actitud rebelde contra ellos, porque se nos cuenta que, posterior a esto, «él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos». Sin embargo, era, como todo ser humano -también nuestros hijos-, un ser independiente, que toma sus propias decisiones, de acuerdo a las enseñanzas recibidas de los propios padres, por ello, debía también ocuparse de los asuntos de su Padre, el Padre de su pueblo, sobre todo si ellos le habían llevado a Su Casa. Él se tomó en serio lo aprendido.

Ojalá nuestras familias (como sea que estas estén conformadas, ya que no hay y es importante respetar el que no debe considerarse que haya una sola forma de serlo) aprendan a ser comunidades de amor, inspirados en nuestro Dios-Familia: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

 

La familia puede ser una bella realidad. Para eso, es necesario que cada uno, cada una, aporten su amor (respeto, cuidado, ternura) generosamente unos/as por otros/as, de tal manera que esta pueda ser, como entendemos que espera el Padre: comunidad de vida buena para todos. Contamos con tu apoyo en esto, Señor. Que así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aprender correctamente los caminos de fe que descubrimos en los evangelios y en la vida,

Miguel.

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