PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
3 de Julio de 2022
Domingo de la Décimo Cuarta Semana Durante el Año
Lecturas de la Misa:
Isaías 66, 10-14 / Salmo 65, 1-7. 16. 20 ¡Aclame al Señor toda la tierra! / Gálatas 6, 14-18
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 1-12. 17-20
El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".
Les aseguro que, en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad».
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».
Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Cristianismo y Misión están íntimamente ligados. Jesús quiere que se anuncien «las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres» (Sal); entre ellas el que, tal como lo expresa Dios: «como un hombre es consolado por su madre, así Yo los consolaré a ustedes» (1L). La respuesta a estos regalos es que los discípulos vayan hacia los demás, «curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes"» (Ev), para todo lo cual se nos concede el que «la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes» (2L). Sólo depende de cada quien responder generosamente.
Hablar con la vida.
Si hubiese que elegir un concepto que resumiera la vida y el mensaje de Jesús, probablemente la mayoría mencionaría el amor. Y eso es correcto. Pero, como corresponde a alguien tan coherente, él mismo utiliza otra palabra íntimamente relacionada: servicio.
«Yo estoy entre ustedes como el que sirve» (Lc 22,27), se definió.
Es que el amor es infértil si se queda sólo en sentimientos; es necesario que pase a la acción, haciéndose útil.
Ocurre que en las distintas concepciones cristianas entendemos la misión como sinónimo de predicar, enseñar, hablar, pero poco o nada apuntamos a servir las necesidades concretas de los misionados.
Practicamos, en suma, una especie de amor estéril.
En el evangelio de este día se nos presenta un envío de discípulos por parte de Jesús y, como podemos notar, no hay en él ni una sola sugerencia de doctrina que enseñar.
Él quiere que sus misioneros se distingan no por palabras, sino por actos concretos:
· Confianza. «No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado»
· Premura: «no se detengan a saludar a nadie por el camino».
· Portar bendiciones: «Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!"»
· Sencillez: «Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya»
· Ayuda: «curen a sus enfermos»
Todo
esto dirá más elocuentemente que cualquier discurso o prédica: «El Reino de
Dios está cerca de ustedes».
Estas actitudes llenan de alegría a quienes lo hacen consciente y
coherentemente: «Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: “Señor,
hasta los demonios se nos someten en tu Nombre”».
Hoy podemos ver que muchos -demasiados- sienten que para anunciar el Reino, a
lo cual sabemos que estamos todos llamados, hay que saber mucho: sólo lo pueden
hacer los teólogos o líderes religiosos con años de preparación.
¿Qué nos pasó?
Hemos olvidado (o nos han hecho olvidar) que «de la abundancia del corazón habla la boca» (Lc 6,45), por lo que, si logramos llenar de Reino (amor servicial, fraterno y solidario hacia los otros hijos, en especial los más desfavorecidos, del Padre Dios), no necesitaremos títulos académicos para dar «razón de la esperanza que ustedes tienen» (1 Pe 3,15).
Y así estaremos realizando nuestra misión, la que nos conseguirá aquel «alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo»: anunciar con nuestra forma de vivir el mensaje de que «el Reino de Dios está cerca» cada vez que se hace concreto el mandato de amor efectivo y eficaz de nuestro Señor y Maestro.
Te rogamos, dueño de los sembrados donde se desarrolla la vida de todos los hombres y mujeres, nuestros hermanos, que envíes más trabajadores convencidos del gozo de vivir según tu estilo, para conseguir una bella cosecha de humanidad más humana, es decir más cercana a lo que soñaste cuando nos creaste. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, tratar de convencer (para lo que debemos convencernos nosotros primero) que servir es creer en el Señor y creerle a su palabra,
Miguel.
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