PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
4 de Septiembre de 2022
Domingo de la Vigésimo Tercera Semana Durante el Año
Lecturas de la Misa:
Sabiduría 9, 13-18 / Salmo 89, 3-6. 12-14. 17 ¡Señor, Tú has sido nuestro refugio! / Filemón 9-10. 12-17
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 25-33
Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar".
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Cada quien podría hacer suya esta pregunta dirigida al Señor: «¿quién habría conocido tu voluntad si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu?» (1L). El tema es tener la disposición a dejarse guiar por ella, para poder considerarnos sus discípulos (Ev), sabiendo que su voluntad es que amemos a cada hermano de humanidad, porque de todos se puede decir: «estás unido a él por lazos humanos y en el Señor» (2L), además, de tener la certeza de que necesitamos su auxilio para lograrlo, por lo que pedimos: «que descienda hasta nosotros la bondad del Señor» (Sal). Que esta nos inspire, nos impulse y nos estimule.
De una manera que sea útil y concreta.
El día domingo al que corresponde este evangelio estaremos viviendo un evento único en la historia de nuestro país: tendremos la oportunidad democrática de definir, como pueblo, que aquella Constitución que decidimos que necesitábamos (primer paso: plebiscito) y para la cual decidimos quiénes la redactarían por todos nosotros (segundo paso: elección de convencionales)… decidiremos, entonces, democrática y civilizadamente, si efectiva y actualmente nos representa (o no) el resultado de ese proceso, que podría convertir (o no) esta propuesta en la nueva Carta Magna que nos guíe y nos oriente por unas tres o cuatro décadas más.
La Democracia, por ejemplo, es una oportunidad colectiva de amar de una forma práctica y eficaz a otros. Es decir, más allá de intereses propios o sólo de los más cercanos («su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas»), como nos tiene acostumbrada nuestra sociedad individualista y egoísta.
Pero, intentando ser fieles a lo que creemos y en Quien creemos, cometemos dos errores al respecto habitualmente.
El primero, es que sabemos que necesitamos la autoestima, como dicen los sicólogos y otros especialistas en el bienestar humano. Y como enseña la propia Biblia: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18), lo que implica que antes de amar a otros hay que saber amarse uno/a mismo/a primero…
Pero lo equivocado es creer que nos estamos amando cuando en realidad buscamos auto satisfacer nuestros apetitos y ganas, fomentando un egoísmo que daña nuestro espíritu humano.
El segundo tiene relación con saber, al menos intelectualmente, que quienes nos reconocemos como seguidores de Jesús debiésemos amarlo más que lo que más queremos: «hasta a su propia vida».
Pero en la aplicación práctica de eso nos enredamos: ¿cómo podemos ser sus seguidores («ser mi discípulo») de esa manera entregada?
Algunos, con buena voluntad y una mala catequesis, creen que lo están amando si cumplen principal, y a veces exclusivamente, con los preceptos, prácticas y ritos de su iglesia, de manera rutinaria e infecunda.
Otros, entran en una especie de impotencia religiosa, al querer (pero no saber cómo) se lo puede amar, por lo que “se rinden” y viven su fe de maneras supersticiosas o imitando usos y elementos de otras espiritualidades.
El problema de unos y otros, por lo tanto, es que quisieran descubrir fórmulas, sin encontrarlas, de amar al Señor.
Habría que preguntarse, para acercarse a encontrar respuestas adecuadas, de qué podría servirle a él lo que hagamos o cómo podríamos “hacerlo feliz” con nuestras acciones.
Tal vez nos ayuden unas palabras del Padre Hurtado sobre esto. Él comentó que cuando Jesús dice que el primer mandamiento es amar a Dios, agrega que el segundo es semejante de esta forma: “amarás a tu prójimo como a ti mismo, por amor a Dios”.
Añadió después: “nos dijo Cristo que todo el bien o todo el mal que hiciéramos al menor de los hombres a Él lo hacíamos. La buena nueva, es, pues, la unión de la humanidad entera con Cristo. Luego, no amar a los que pertenecen o pueden pertenecer a Cristo por la gracia es no aceptar y no amar al propio Jesucristo” (Discurso pronunciado a jóvenes de la Acción Católica en 1943).
Entonces, si el Maestro, como aprendió de su Padre, era feliz haciendo felices a sus hermanos de humanidad, la forma eficaz (que sirve) de amarlo es, precisamente, amando, mediante el servicio concreto, a quienes están en dificultad, porque son quienes más lo necesitan.
Por lo tanto, nos conviene hacer bien los cálculos: ¿qué estamos dispuestos a dar (renunciar, si es necesario) para mostrar nuestro amor a Jesús?
Y, luego, poder hacer lo mejor que esté a nuestro alcance, para, siendo seguidores suyos, amarnos a nosotros, consiguiendo la felicidad del Evangelio y que esto le sea útil a otros.
Queremos amarte, Señor, siendo fieles a tu forma de amar. Sin embargo, nuestros miedos y nuestra comodidad nos frenan, impidiendo que construyamos la torre del amor generoso y demos la batalla contra las enseñanzas egoístas de la sociedad materialista en que vivimos. Contamos contigo para avanzar por los caminos del Reino del Amor. Que así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, las formas de manifestar nuestro amor al Señor en las circunstancias y lugares en que estamos cada día,
Miguel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario