PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
21 de Agosto de 2022
Domingo de la Vigésimo Primera Semana Durante el Año
Lecturas de la Misa:
Isaías 66, 18-21 / Salmo 116, 1-2 Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio / Hebreos 12, 5-7. 11-13
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 22-30
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?»
Él respondió: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y él les responderá: "No sé de dónde son ustedes".
Entonces comenzarán a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas". Pero él les dirá: "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!"
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Quienes dicen creer en Dios y en que «es inquebrantable su amor por nosotros» (Sal), normalmente buscan responder a ese amor, por lo que, en palabras de Él, «anunciarán mi gloria a las naciones» (1L), lo que se traduce en que cada uno «produce frutos de paz y de justicia» (2L) que sirvan a todos los hijos del Padre del cielo, con lo que se abren a la posibilidad de ser acogidos en Su Corazón Misericordioso, o, según la metáfora de Jesús, «en el banquete del Reino de Dios» (Ev).
La puerta liberadora del amor/servicio.
En nuestros tiempos, pese al esfuerzo de algunos hermanos de distintas confesiones cristianas, pocos, poquísimos, tienen entre sus preocupaciones el buscar la salvación.
(A propósito, una crítica fraterna a esos mismos hermanos recién mencionados: uno de los errores que distancian a la mayoría de la gente de su mensaje y de ellos mismos es su lenguaje; para tratar de ser fieles, usan palabras de una traducción de la Biblia distante al habla de la gente “normal”. Por ejemplo, respecto a este tema, en vez de “salvarse”, concepto más o menos comprensible, hablan de “ser salvos”, que es algo que requiere explicación).
Nosotros proponemos, para entender el concepto y, si Dios quiere, para ayudar a buscar la salvación, asociarla a la palabra liberación.
(Otra observación fraterna: este último concepto, el cual, según nuestro parecer, da una luz clarificadora a este importante tema para la fe, se ha visto entenebrecido por el temor de algunos a una apropiación ideológica de izquierda, permitiendo que el miedo bloquee su riqueza clarificadora).
Pues bien, como sabemos, nos han enseñado que necesitamos salvación de un incomprensible pecado que no cometimos, pero viene como en nuestros genes. Esta idea, que fue desechada hace mucho por la teología, sigue presente en nuestras conciencias y en algunas prédicas, dándole tintes culposos a nuestra fe, de los que necesitamos liberarnos para llegar a vivir la alegría de la Buena Noticia.
Y ahí entroncamos con la idea de la salvación/liberación.
Encontramos, ya en el AT, esta salvadora/liberadora enseñanza que está por sobre aquellas esclavizadoras concepciones: «Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes» (Sab 1,13).
Jesús va más allá aún y nos dice que Dios no quiere nada negativo para el ser humano. Él afirma que «Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,17). Más aún: en un momento fundante de su misión, desde la sinagoga de su pueblo, se aplica a sí mismo un texto de las Escrituras: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Lc 4,18-21). Significativamente, el Maestro deja fuera del último versículo leído del texto que escogió en ese momento que, además de proclamar el año de gracia, también debía hacerlo de «un día de venganza para nuestro Dios» (Is 61,1-2).
¿Cómo se traduce en acciones esto?
Ya lo hemos mencionado recientemente. La religión de su tiempo imponía discriminaciones, exclusiones e impedimentos que hacían de la fe de enfermos, pobres, ignorantes y débiles no una vivencia feliz, sino una experiencia de permanente impotencia.
Un episodio que enlaza dos situaciones grafica esto:
«Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva”». Es decir, no será la religión de la exclusión la que la sanará, sino el Amor-servicio del que ha sido enviado con la fuerza del Espíritu misericordioso de Dios.
En tanto que, mientras el Maestro se dirigía a donde la pequeña enferma, una mujer “impura” para la forma que comprendían la relación con el Señor los religiosos de su tiempo, se atreve a tocarlo (= contagiarle su impureza), cumpliéndose su esperanza de que de él no recibiría el rechazo de su religión, sino la limpieza que otorga el enviado a dar compasivas buenas noticias de parte de Dios (Mc 5,22-43)
Jesús viene a salvar/liberar, enseñando a un Dios Padre bueno de todos, actuando como lo haría Él. Por eso, sana y se acerca a todos los que fueron esclavizados por una concepción de un dios de restricciones y limitaciones.
Esto vale para toda estructura humana que impida
la vida plena y digna para todos.
La «puerta estrecha» conduce por el camino del amor-servicio a los demás. La puerta más cómoda es la de los que “se salvan solos”, sin importar las dificultades de los otros. Y, peor aún, creándole complicaciones mayores al enseñar un Dios de requisitos, distinto al del amor gratuito.
Estos pueden llevar años en su iglesia al punto de decirle «"Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas". Pero él les dirá: "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!"»
Más que importar el número de «los que se salvan», él busca enseñar a sus discípulos, mediante su palabra y ejemplo, a salvarse/liberarse, ayudando a salvarse/liberarse a otros de una religión que provoca impotencia en vez de alegría.
Y, de esa manera, de toda otra opresión que sufran nuestros hermanos.
Así, «los últimos serán los primeros» en la preocupación y en la ocupación de quienes se digan cristianos (nos referimos, por cierto, a los últimos para las instituciones del poder y los privilegiados), y de esa manera celebrarán juntos con sus hermanos «en el banquete del Reino de Dios».
Tú has querido liberarnos de todo lo que pretenda impedir que vivamos plenamente la relación entre nosotros y con nuestro Dios. Ayúdanos a tener actitudes salvadoras/liberadoras con todos quienes nos rodean y lo necesiten. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, romper cadenas impuestas y auto-impuestas, aún en nombre de la fe, pero que en la práctica impiden vivir el Evangelio como buena noticia,
Miguel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario