miércoles, 14 de septiembre de 2022

Revisando nuestras prioridades

EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

18 de Septiembre de 2022                                       

Domingo de la Vigésimo Quinta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Amós 8, 4-7 / Salmo 112, 1-2. 4-8 ¡Alaben al Señor, que alza al pobre! / Timoteo 2, 1-8

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     16, 1-13


    Jesús decía a los discípulos:
    «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: "¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto".
    El administrador pensó entonces: "¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!"
    Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?" "Veinte barriles de aceite", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez".
    Después preguntó a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" "Cuatrocientos quintales de trigo", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo y anota trescientos".
    Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.
    Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.
    El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?
    Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

El Maestro privilegió a los pobres en su actuar, «este es el testimonio que Él dio a su debido tiempo» (2L), según nos muestra la Escritura. Es que no hay espacio para la duda: su vida fue un constante ser fiel a Dios, el mismo que «levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de su miseria para hacerlo sentar entre los nobles de su pueblo» (Sal) y, no sólo eso, también advierte a quienes abusan de ellos: «Jamás olvidaré ninguna de sus acciones» (1L). Quienes nos sentimos amigos de Jesús, entonces, debiésemos saber que la forma de «servir a Dios» (Ev) es servir al pobre.

No nos vayamos a equivocar de Dios.

Las Cruzadas, recordémoslo, fueron campañas militares ejecutadas por los principales países de la Cristiandad, bajo el signo de la cruz (de ahí el nombre), invadiendo países musulmanes, con el propósito, según sus líderes, de “recuperar los lugares santos para el cristianismo”.

Sin embargo, desde la fe podemos juzgarlas críticamente por el intento de imponer el mensaje del Profeta del amor misericordioso para todos por medio de las armas.

Y, desde fuera de las creencias religiosas, los analistas han hecho ver que sus propósitos reales no eran tan santos, indicando que a los gobernantes de esos países los movían fuertemente intereses materiales. Un historiador concluye de esta manera la presentación de este periodo que abarcó dos siglos: “en 1291, se rindió Acre, la última ciudad en manos europeas. La presencia occidental en el Próximo Oriente finalizaba con un fiasco en lo militar y en lo político. En lo económico, en cambio, el balance no fue tan negativo, porque las ciudades-estado italianas continuaron protagonizando una importante penetración en el continente asiático a través del mar Negro”.

Algo similar podemos decir del “Descubrimiento de América” por parte de los europeos (porque este territorio, sin ese nombre, ya existía con sus civilizaciones y su cultura propia). Como nos enseñaron en el colegio, los “reyes católicos” alentaron la evangelización en estas tierras “bárbaras”.

Sin embargo, otra vez desde la fe, hoy podemos mirar un poco más analíticamente esto y, nuevamente, condenar la violencia, pero también la imposición de un Dios que, por la forma y hasta el mensaje que transmitían los misioneros no se parece al Padre amoroso de Jesús.

Y, sin óptica confesional, los estudiosos nos dicen que la auténtica motivación fue, nuevamente, económica: los monarcas de España alentaron a los aventureros, primero a encontrar una ruta marítima (para evitar el territorio hostil que, precisamente, por causa de las Cruzadas, era ahora el Medio Oriente) hacia el gigantesco mercado que significaba China, Japón e India y, luego de toparse con nuestro territorio, a buscar el abundante oro que existiría aquí, según la leyenda de “El Dorado”.

Todo para cubrir las deudas que la monarquía había ido adquiriendo progresivamente con bancos de otros países y que no era capaz de solventar con los impuestos regulares.

La historia, tristemente, no deja de mostrarnos innumerables otros ejemplos del uso del Nombre de Dios para justificar horrores, muchos de ellos para beneficio económico de los mismos que supuestamente aceptan como mandamientos los de la Biblia, entre los que se encuentra: «No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios» (Dt 5,11) y las enseñanzas de Jesús, quien decía, por ejemplo: «No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo» (Mt 7,21).

Nosotros sabemos (o eso esperamos) que la voluntad del Padre está lejos de esa forma de “llevar el evangelio” que hemos traído a la memoria y las otras que hemos insinuado.

No dejemos de mencionar que ambas campañas señaladas, igual dejaron maravillosas historias de encuentro con la fe en el Señor, superando la forma traumática con la que lo conocieron, pero, a la vez, conllevaron un reguero de animosidad en contra de ese Dios que trataron de imponerles brutalmente.


Es que, por más que se busque torcer las enseñanzas de quien se supone que es el Maestro de quienes nos llamamos cristianos, textos como el que se nos presenta hoy dejan bastante claro que Dios y el amor (apego, búsqueda, orientación) al dinero son absolutamente incompatibles.

Esto no es un capricho del Maestro. Es el resultado de observar cómo nos relacionamos con este elemento los seres humanos. Y como éste determina nuestro comportamiento, el de todos, no sólo el de los gobernantes de las potencias militares ya mencionadas.

Por lo tanto, sería muy bueno que hoy y siempre nos sintamos invitados a revisar nuestras prioridades, de tal manera de no dejarnos arrastrar por la cultura de nuestra sociedad, donde domina el egoísmo indiferente, tributo al “dios dinero” y, en cambio, le demos más espacio en nuestra vida y nuestras comunidades a la fraternidad solidaria, mucho más en sintonía con el Dios que es amor (1 Jn 4,8) y bueno con todos (Sal 103,8).

 

Sería mucho más fácil seguir tus enseñanzas si no hubiese dificultades y obstáculos, Señor. Pero también sería menos bello. Ayúdanos a caminar como hijos de la luz, tras tus pasos llenos de ternura, servicio y compasión gratuita y desinteresada en pos de la felicidad de nuestros hermanos y hermanas de humanidad. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, resistir las tentaciones cotidianas y permanentes del “dios dinero”, para mantenernos fieles a las invitaciones llenas de plenitud y gozo del Dios Bueno,

Miguel.

 

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