miércoles, 16 de enero de 2013

Absolutamente comprometido con mejorar la calidad de vida de sus hermanos de humanidad



16 de enero de 2013
Miércoles de la Primera Semana Durante el Año

Lecturas:
Hebreos 2, 14-18 / Salmo 104, 1-4. 6-9 El Señor se acuerda eternamente de su Alianza.

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos    1, 29-39
    Jesús salió de la sinagoga, y fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
    Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él.
    Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando.»
    Él les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido.»
    Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
Palabra del Señor.

MEDITACION
De alguna manera extraña se infiltró en nuestra conciencia que Dios es un ser ajeno a nuestras dificultades y sufrimientos, lo que es absolutamente erróneo.
Nuestro Dios, el Dios de Jesús, no el que unos u otros se ha creado por ignorancia o comodidad, se compadece de las aflicciones de su pueblo. Cuando se presenta a Moisés, le explicita: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos». Pero no se queda ahí, a continuación le señala: «Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel» (Ex 3,7-8). Ese es nuestro Dios. Tan bueno que Juan lo definirá como el que «es Amor» (1 Jn 4,8).
Para seguir haciendo concreto su amor por nosotros, envió a su propio Hijo, para que viviera como uno de nosotros, por eso, «por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, él puede ayudar a aquellos que están sometidos a la prueba» (1L). Y es así que pudimos verlo que «curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios». Absolutamente comprometido con mejorar la calidad de vida de sus hermanos de humanidad: nosotros.
Por eso, podemos cantar con absoluta certeza: «¡Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, hagan conocer entre los pueblos sus proezas; alégrense los que buscan al Señor! ¡Recurran al Señor y a su poder, busquen constantemente su rostro!» (Sal).

Por ese inmenso y profundo amor que nos demuestras cada día de nuestras vidas, gracias, Señor.
A la vez, queremos pedirte suplas lo que nos falta para que ese amor rebalse desde nosotros hacia los demás, de manera que transformemos nuestro agradecimiento en gestos concretos. Así sea.

Motivados a responder al regalo de tu bautismo con Paz, Amor y Alegría para los hermanos,
Miguel.

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