sábado, 23 de marzo de 2013

No será fácil, pero debemos asemejar nuestra entrega a la suya



23 de marzo de 2013
Sábado de la Quinta Semana de Cuaresma

Lecturas:
Ezequiel 37, 21-28 / Salmo Jer 31, 10-13 El Señor nos cuidará como un pastor

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    11, 45-57
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación.»
Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: «Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?»
No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos.
A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.
Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: «¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?» Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Este es el juicio final, en ausencia, de las autoridades judías condenando a Jesús: para evitar que todos crean en él y porque, fruto de su entrega total llegaría hasta la muerte, «y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos».
Recordar esto nos puede ayudar a prepararnos para entrar en los misterios de Semana Santa.
Para que en los distintos momentos que vivamos en estos días, tengamos presente que siempre habrá oposición a que se extienda el anuncio del Reino de amor, por lo que se debe tener en cuenta que nuestra colaboración en esta misión, será siempre necesaria, pero nunca fácil.
Y también que, viendo el sacrificio del Señor como la máxima expresión de servicio que hace por la humanidad, busquemos la forma de asemejar nuestra entrega, porque así se manifiesta el Reino anunciado y vuelven los alejados de Dios, bajo el signo de la unidad: «Haré de ellos una sola nación en la tierra» (1L).

Señor, que has prometido «yo cambiaré su duelo en alegría, los alegraré y los consolaré de su aflicción» (Sal), permite que la espera de ese momento no nos encuentre de brazos cruzados, sino ocupados en servir de manera semejante a la tuya. Así sea.

Buscando ser misericordiosos, en agradecimiento a la Paz, Amor y Alegría que nos brinda la misericordia del Padre Dios,
Miguel.

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