11 de abril de 2013
Jueves de la Segunda Semana de
Pascua
Lecturas:
Hechos 5, 27-33
/ Salmo 33, 2. 9. 17-20 El pobre invocó al Señor, y él lo escuchó
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 31-36
El que viene de lo alto está por encima de
todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El
que vino del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe
su testimonio. El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió dice las palabras de Dios,
porque Dios le da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo
en sus manos. El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer
en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El
cristianismo era un movimiento revolucionario, uno que actuaba, si era
necesario, desobedeciendo las leyes civiles, porque «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (1L), teniendo claro que «El que viene de lo alto está por encima de
todos» «¡Felices los que en él se
refugian!» (Sal) y en seguimiento fiel de las huellas del
Maestro, quien decía cosas como «El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el
hombre para el sábado» (Mc 2,27), entendiendo que el
“respeto” del sábado era una ley político-religiosa.
Para
Jesús, como para los primeros cristianos, la dignidad humana, con su amplísima
gama de necesidades espirituales y materiales que cubrir, estaba por encima de
lo que cualquier autoridad quisiera o decidiera con buena intención o con
absoluta arbitrariedad. Y, como sabemos, muchos de ellos pagaron con la vida
ese atrevimiento.
Hoy,
en nuestra sociedad, ser cristiano sale gratis. Y vemos que, desde la jerarquía
hasta el fiel individual, cada uno de nosotros, buscamos, tal vez demasiado,
evitar conflictos con el poder.
Señor,
danos la sabiduría que nos falta, el valor que nos falta y el tesón que nos
falta, para decir lo que tenemos que anunciar, como lo tenemos que anunciar y
cuando lo tenemos que anunciar. Así sea.
Alimentando la
fe con Paz, Amor y Alegría, frutos de la Resurrección,
Miguel.
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