9 de abril de 2013
Martes de la Segunda Semana de Pascua
Lecturas:
Hechos 4,
32-37 / Salmo 92, 1-2. 5 ¡Reina
el Señor, revestido de majestad!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 7-15
Jesús dijo a Nicodemo: «Ustedes tienen que
renacer de lo alto.»
«El viento sopla donde quiere: tú oyes su
voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el
que ha nacido del Espíritu.»
«¿Cómo es posible todo esto?», le volvió a
preguntar Nicodemo.
Jesús le respondió: «¿Tú, que eres maestro en
Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que
sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan
nuestro testimonio.
Si no creen cuando les hablo de las cosas de
la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo, sino el que
descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto
la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea
levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
…Y
fue necesario que «el Hijo del hombre sea
levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna».
Y ahí está, en nuestros crucifijos para recordarnos que hay que dar la vida o
gastar de la vida propia para hacer felices a otros: esa es la vida eterna o en
abundancia que nos quería regalar (Jn 10,10).
Así
lo entendieron los primeros cristianos, en cuyas comunidades «Ninguno padecía necesidad, porque todos los
que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los
Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades» (1L). Así de radical fue
su comprensión del que debía ser su estilo de vida, como consecuencia de seguir
al Resucitado. Y ese estilo provocaba que muchos quisieron sumárseles, para
compartir esa alegría que veían que les proporcionaba su fe.
Hoy
suena a utopía todo esto. Pero, como decía el Ángel en el evangelio de ayer, «no
hay nada imposible para Dios», por lo que a él debemos pedirle la gracia de
parecernos a esa imagen de solidaridad manifestada en actos de amor efectivo,
con un sentido del desprendimiento de bienes materiales que, de lo contrario,
nos hacen prisioneros, o sea, provocan tristeza.
Por
eso Jesús proclamó «Bienaventurados los pobres» y el Papa Francisco, recién
comenzado su ministerios se atrevió a expresar su sueño de una “Iglesia pobre y
para los pobres”.
«Tus testimonios,
Señor, son dignos de fe» (Sal). Que logren mover nuestro corazón
apegado a las cosas y nos impulsen a parecernos a ti en la entrega generosa.
Así sea.
Alimentando la
fe con Paz, Amor y Alegría, frutos de la Resurrección,
Miguel.
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