PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
2 de junio de 2013
EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Lecturas:
Génesis 14,
18-20 / Salmo 109, 1-4 Tú eres
sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec / I Corintios 11, 23-26
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 11-17
Jesús habló a la multitud acerca del Reino de
Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados.
Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le
dijeron: «Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los
alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar
desierto.»
El les respondió: «Denles de comer ustedes
mismos.» Pero ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a
no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.»
Porque eran alrededor de cinco mil hombres.
Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: «Háganlos
sentar en grupos de cincuenta personas.» Y ellos hicieron sentar a todos.
Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados
y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió
y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.
Palabra del Señor.
MEDITACION
La hospitalidad del «sacerdote
de Dios», que ofrece pan y vino al peregrino Abram (1L), es una imagen de lo que, quien es «sacerdote para siempre, a la manera de
Melquisedec» (Sal), Jesús, siente que debe
ser la Eucaristía: acogida y celebración fraternal de la unión profunda con el
que nos amó hasta el extremo de entregar su Cuerpo y su Sangre (2L) y, por medio de él, íntima comunión con todos
los demás hermanos que comparten el mismo alimento, del que sus seguidores son
llamados a ser intermediarios, ya que él lo va «entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud»
(Ev).
¿Qué
motivó a Pablo a recordar «Lo que yo
recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido», legándonos, de paso, el
documento más antiguo que ha llegado hasta nosotros que contiene las palabras
de Jesús en la Última Cena y que usamos en nuestras Eucaristías?: el tomar
conocimiento que en las asambleas corintias los más poderosos y ricos
humillaban y despreciaban a los más pobres. Por eso debe recordarles el auténtico
sentido de la Cena del Señor: la Eucaristía, memorial de la entrega de amor de
Jesús, debe ser vivida por los creyentes con el mismo espíritu de donación y de
caridad con que el Señor realizó una «Alianza
que se sella con mi Sangre», misterio de amor que se actualiza «siempre que coman este pan y beban esta
copa» (2L). Por lo tanto, lo que corresponde es vivirla
en unidad y solidaridad mutua.
El
evangelio, en este contexto de la celebración de Corpus Christi, nos presenta a
Jesús como modelo de comportamiento a imitar por el cristiano; uno que está siempre
volcado hacia los demás, preocupado e interesado por ellos, dejando de lado la
comodidad e indiferencia para ocuparse de sus necesidades. Y, después,
transmitiendo esa misma responsabilidad a sus seguidores: «Denles de comer ustedes mismos».
Por
otro lado, es interesante y decidor que la multiplicación de los panes sea el único
signo que nos cuentan los cuatro evangelistas, y que todos ellos se esmeren en
relatarnos cada gesto efectuado por Jesús en aquella ocasión. Se siente que descubrieron
en esas acciones símbolos litúrgicos de profunda significación teológica, los
que, por supuesto, los testigos no captaron en su momento, pero sí fue
reflexionado posteriormente a la luz de la Última Cena y rememorando las apariciones
del Resucitado, a quien vieron repetir esos gestos.
También,
si recordamos que los evangelios fueron escritos por personas creyentes en que
Jesús era el Mesías esperado y que resucitó como concreción del plan de Dios
para salvar a la humanidad, otro dato importante es notar que Lucas destaca seis
pasajes de banquetes que son particularmente significativos –entre los que se
encuentra el texto de hoy-, y esto sin contar parábolas y dichos de Jesús en
los que el tema se recalca. Se nota que la mesa es un escenario permanente e
importante para la enseñanza de Jesús. Sus adversarios critican esto: «Es un
glotón y un borracho» (7,34). Lo importante para nosotros, y que
ilumina aún más la fiesta que celebramos, es que esto nos muestra que el Reino
de Dios es para todos, porque en la mesa con Jesús son todos bienvenidos,
especialmente quienes son marginados o no se sienten dignos de Dios.
Concluyendo,
entonces, se puede entender que acceder a la Mesa del Santísimo Cuerpo y Sangre
de Cristo, conlleva la responsabilidad de hacerlo en ambiente fraternal y que
ese alimento debe impulsarnos a entregar parte de la vida a hacer que otros no
tengan hambre de éste ni de ningún otro pan. El Señor Jesús, quien nos amó
hasta el extremo, no esperaría menos de nosotros.
Señor,
que nos enseñaste que eres el pan vivo bajado del cielo y que quien se alimente
de éste vivirá eternamente, mueve lo mejor de nosotros para que comprendamos
que la vida que fluye de ti sólo es auténtica si da vida a otros. Así sea.
Alimentados del
Pan Vivo que da Paz, Amor y Alegría, para que lo compartamos con muchos más,
Miguel.
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