jueves, 30 de mayo de 2013

Abrir los ojos al dolor, el sufrimiento y la pobreza que nos rodea

30 de mayo de 2013
Jueves de la Octava Semana del Tiempo Común

Lecturas:
Eclesiástico 42, 15-25 / Salmo 32, 2-9 La palabra del Señor hizo el cielo

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos    10, 46-52
    Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!»
    Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.»
    Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! El te llama.»
    Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»
    El le respondió: «Maestro, que yo pueda ver.»
    Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Probablemente lo has escuchado, lo has pensado, o hasta lo has dicho: muchos mendigos de la calle abusan de la buena voluntad de la gente para juntar bastante más dinero que el de cualquier ocupación “seria”, sin ser realmente necesitados; o los hay que mal aprovechan lo que reciben en alcohol u otros vicios.
¿Quién sabe?
Pero la pregunta más importante, en la perspectiva del Reino de Dios, quien «ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor» (Sal), me parece que debe ser: ¿no será sólo una “buena” excusa para no ver el dolor, el sufrimiento y la pobreza que nos rodea?. Tu conciencia y Dios tienen la respuesta, ya que «Él sondea el abismo y el corazón, y penetra en sus secretos designios» (1L).
Ante este fundamental tema, sería necesario que le dijésemos al Señor: «Maestro, que yo pueda ver», claramente qué me dicta el egoísmo y qué, por otro lado, me inspira tu Espíritu de Verdad. Y, luego, actuar en consecuencia.

Jesús, Hijo del hombre y del Dios bueno, que tienes compasión de tu pueblo, despierta nuestros sentidos, de manera que los pongamos al servicio de la continuación de tu labor que consistía en mitigar los muchos dolores que afectan a la humanidad. Así sea.

Habitados por el Dios-Comunidad para llenar el mundo de su Paz, Amor y Alegría,
Miguel.


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