domingo, 12 de mayo de 2013

EL HOMBRE-DIOS EN SU ASCENSION AL CIELO


A todos, a todos os bendigo en este adiós, invocando al Padre,

invocando para vosotros la recompensa de los que han consolado
el doloroso camino del Hijo del hombre.
Bendita sea la Humanidad en esa porción selecta suya, que está en los judíos
y está en los gentiles, y que se ha manifestado en el amor que ha tenido hacia mí.
 Bendita sea la Tierra con sus hierbas y sus flores; benditos sus frutos,
que me procuraron delicia y alimento muchas veces.
Bendita sea la Tierra con sus aguas y con su calor, por las aves y los animales,
que muchas veces superaron al hombre en confortar al Hijo del hombre.
Bendito seas tú, Sol, bendito seas tú, mar, benditos seáis vosotros, montes, colinas,
llanuras; benditas vosotras, estrellas que me habéis acompañado en la nocturna oración y en el dolor. Y tú, Luna, que has sido luz para mis pasos durante mi peregrinaje de Evangelizador.
 Benditas seáis todas, todas vosotras, criaturas, obras del Padre mío, compañeras mías en este tiempo mortal, amigas de Aquel que había dejado el Cielo para quitar a la atribulada Humanidad las espinas de la Culpa que separa de Dios.
(Con su última bendición - dirá la Madre Santísima –
Jesús devolvió bondad y santidad a todas las cosas de la Creación)
 ¡Benditos seáis también vosotros, instrumentos inocentes de mi tortura:
 espinas, metales, madera, cuerdas trenzadas,
 porque me habéis ayudado a cumplir la Voluntad del Padre mío!.
Una luz que desciende del Cielo al encuentro de la Luz que asciende...
 Y Jesucristo, el Verbo de Dios,
desaparece para la vista de los hombres en este océano de esplendores...
 En la tierra, dos únicos ruidos en el silencio profundo de la muchedumbre extática:
el grito de María cuando El desaparece: « ¡Jesús!», y el llanto de Isaac.
Los demás están enmudecidos por religioso estupor, y permanecen allí,
como en espera de algo, hasta que dos luces angélicas candidísimas, en forma mortal,
aparecen y dicen las palabras recogidas en el primer capítulo de los Hechos Apostólicos:
 -Hombres de Galilea, ¿por qué estáis mirando al Cielo? Este Jesús,
que os ha sido ahora arrebatado y que ha sido elevado al Cielo, su eterna morada,
vendrá del Cielo, en su debido tiempo, tal y como ahora se ha marchado.

María Valtorta (fragm.)

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