miércoles, 1 de mayo de 2013

Para todo lo que sea dar abundantes y buenos frutos de vida para la humanidad, es necesario estar unidos a «la verdadera vid»


1 de mayo de 2013
Miércoles de la Quinta Semana de Pascua

Lecturas:
Hechos 15, 1-6 / Salmo 121, 1-5 Vamos con alegría a la Casa del Señor

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    15, 1-8
Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Para amarnos unos a otros a la manera de Jesús (Ev Dgo), para cumplir sus mandamientos (Ev Lun), para construir la paz (Ev Mar) y para todo lo que sea dar abundantes y buenos frutos de vida para la humanidad, es necesario estar unidos a «la verdadera vid», a la auténtica parra: el Señor mismo.
En este día en que celebramos a los que aplican su creatividad con sus manos y su intelecto, los que construyen lo que nos rodea y mejoran lo que existe, para que nuestras vidas sean mejores, podemos decir también que el mundo necesita de los trabajadores del Reino; personas que imbuidas por la convicción de que el Resucitado sigue vivo y actuando a través de sus sarmientos, que somos nosotros mismos, para que se pueda ver que en este mundo injusto, desigual y violento, en la comunidad de los creyentes, que aman como él los ha amado, en unión con el Padre bueno, en disposición de ser instrumento de paz; en esa comunidad se puede decir: «allí está el trono de la justicia» (Sal).

Queremos permanecer en ti, Señor: en tu misericordia, en tu compasión, en tu entrega generosa, buscando parecernos lo más posible a ti, como buena uva de tan formidable vid. Así sea.

Con el mandato de entregar Paz, Amor y Alegría a cada ser humano,
Miguel.

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