PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
29 de septiembre de 2013
Vigésimo Sexto Domingo Durante el Año
Lecturas:
Amós 6, 1.
4-7 / Salmo 145, 7-10 ¡Alaba
al Señor, alma mía! / I Timoteo 6, 11-16
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
16, 19-31
Jesús dijo a los fariseos:
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día
hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre
llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y
hasta los perros iban a lamer sus llagas.
El
pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también
murió y fue sepultado.
En
la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de
lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: «Padre Abraham, ten
piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y
refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan».
«Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que
has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él
encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros
se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí
no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí».
El
rico contestó: «Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi
padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también
caigan en este lugar de tormento».
Abraham respondió: «Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen».
«No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si
alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán».
Pero Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas,
aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán».
Palabra del Señor.
MEDITACION
El discípulo del Reino es llamado a mantenerse «sin mancha e irreprensible hasta la
Manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (2L), momento en que se decidirá que los que «beben el vino en grandes copas y se ungen
con los mejores aceites, pero no se afligen por la ruina» de sus hermanos (1L), recibirán «el
tormento» debido a su actitud indiferente, al contrario del que padeció
males, quien encontrará consuelo en su regazo (Ev), porque «El
Señor ama a los justos» (Sal).
Me
impresiona cuando, en la situación en que una cajera de supermercado consulta
al cliente si donaría unos pesos a la causa que es patrocinada por su empresa, ocurre
que hay gente que se niega. Incluso, cada cierto tiempo, circulan por internet
contra-campañas que buscan enlodar a las instituciones de beneficencia que son
ayudadas por ese medio.
También
más de alguno de nosotros habremos tenido la experiencia de escuchar
prevenciones contra mendigos que solicitan dinero, del tipo de: “se lo gastará
en alcohol o droga” o cualquier otro razonamiento que justifica no dar.
Siempre
me pregunto al respecto cuánto hay de sincero y cuánto de hipócrita excusa para
amparar la falta de generosidad. Porque, supongamos que acogemos la versión mal
pensada que nos presentan: ¿a quién le puede afectar dar unas monedas que no
sirven para nada más y sólo estorbarán en los bolsillos?
Por
otro lado es preocupante pensar cuánto daño podemos hacer a una obra que sí
hace algo –por lo pronto, mucho más que nosotros- al difundir esas supuestas
informaciones.
Y,
por último, ¿quién, de verdad, cree que regatear una moneda (porque tampoco
damos más que eso) impedirá que alguien sea alcohólico o drogadicto?, sin
contar con que es mucho peor impedir que alguien tenga una pequeña opción de
alimento o abrigo debido a su desconfianza sin mucho fundamento…
No
imagino a Jesús, al menos, en línea con esos razonamientos que a la larga
amparan la falta de
solidaridad.
De
hecho, si nos fijamos, la parábola de hoy no dice que el rico le haya hecho
algún daño a Lázaro. Sí critica la indiferencia de quien no merece ni un nombre
en esta historia.
Podría
ser el tuyo o el mío.
Porque
el tema no es cuántos ceros tenga tu cuenta, sino cuánta cercanía –o no-
tengamos al dolor de los otros. Y, para eso hay que comenzar derribando lo que
nos impide ver su sufrimiento. O la barrera que nos construimos con buenos
argumentos y no tan buenas intenciones…
Señor,
que ningún tipo de riqueza nos impida ver lo que nos aparta de ti y de nuestros
hermanos. Así sea.
Aprendiendo del
Dios de la Paz, el Amor y la Alegría a ver y servir al que sufre,
Miguel.
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