PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
12 de Enero de 2025
El Bautismo del Señor
Lecturas de la Misa:
Isaías 40, 1-5. 9-11 / Salmo 103, 1-4. 24-25. 27-30 ¡Bendice al Señor, alma mía! / Tito 2, 11-14; 3, 4-7
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3, 15-16. 21-22
Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego».
Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
El Señor necesita de los «herederos de la Vida eterna» (2L), sus hijos, los bautizados «en el Espíritu Santo y en el fuego» (Ev) para enviarlos: «¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios!» (1L). Por cierto, nosotros confiamos y le decimos «Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra» (Sal), pero su amor sólo se hace concreto cuando hacemos nuestro aporte y son nuestras manos las que acarician, nuestro cariño el que lo expresa y nuestro corazón se hace solidario con los demás.
Cuando se abre el cielo…
Como sabemos, el movimiento de Juan Bautista, «anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Lc 3,3) provocó mucho impacto en su tiempo. Hacia siglos que no aparecía un profeta de parte de Dios y, claramente, a este se lo consideró así, ya que se ubicaba en el lugar de las profecías, el desierto, y usaba un lenguaje apremiante y cuestionador: «Produzcan los frutos de una sincera conversión, y no piensen: “Tenemos por padre a Abraham”. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijo de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego» (Lc 3,8-9), en la mejor tradición de los hombres santos.
Además, introdujo aquella práctica que lo hizo más conocido: el uso del baño ritual como signo externo de un deseo de conversión interior hacia la voluntad de Dios.
Muchos buenos judíos, especialmente los jóvenes, buscadores por naturaleza, se sentían muy atraídos por él. Entre ellos Andrés, que después sería discípulo de Jesús, llevando consigo a su hermano Simón, posteriormente conocido como Pedro (Jn 1,35-41). También le sucedió al Nazareno, en su exploración por mayor fidelidad al Señor: «Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús».
Pero el evangelista hace notar una diferencia: como en todo acto religioso -miremos los bautismos actuales, por ejemplo-, había muchos que se sometían a esta acción un poco mecánicamente. Sin embargo, el galileo participa con una actitud espiritual concreta: «mientras estaba orando». En esa disposición él pudo vivir una serie de hechos extraordinarios que lo distinguieron de los cientos que probablemente estaban en lo mismo: «se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma».
En la historia bíblica ya lo había anhelado un profeta: todo cambiaría «si rasgaras el cielo y descendieras» (Is 63,19); otro cuenta que de esa manera se le comunicó Dios: «se abrió el cielo y tuve visiones divinas» (Ez 1,1); y uno de los patriarcas «tuvo un sueño: vio una escalinata que estaba apoyada sobre la tierra, y cuyo extremo superior tocaba el cielo. Por ella subían y bajaban ángeles de Dios» (Gn 28,12).
La apertura del cielo muestra un nuevo esfuerzo del Altísimo por comunicarse con nosotros. En este caso, «se oyó entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”».
Convengamos en que si esto hubiese ocurrido tal cual, nunca nadie lo habría olvidado y Jesús hubiese recibido toda su vida un trato privilegiado, lo que, como sabemos, no ocurrió. Por eso, porque la Biblia no es -ni pretende ser- un libro de historia, es importante captar cuál es el mensaje que el escritor sagrado quiere transmitir.
En este caso, nos sirve recordar que un profeta había augurado: «el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel» (Is 7,14). Este texto lo rescatará otro evangelista asociándolo con el nacimiento del Nazareno (Mt 1,20-23).
Lucas (y también Mateo y los otros evangelistas), entonces, con la perspectiva del tiempo, porque
escribe después -mucho después- de la vida del Maestro, nos quiere compartir su convicción y la de su comunidad acerca de que ese hombre, al cual muchos vieron actuar, lleno de tierna preocupación por las necesidades de los demás y al que escucharon predicar la inmensa misericordia de Dios, era su hijo predilecto.
Y, con un gran añadido: esa forma de vivir, entender y explicar los caminos de Dios superaba las prácticas rituales y las enseñanzas del líder Juan, por lo que su camino de conversión tendrá una proyección más trascendente y más potente que el suyo, porque «bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego».
Tú y yo hemos recibido ese bautismo que nos hace hijos elegidos por Dios, ¿en qué puede notar el resto del mundo que se nos otorgó esta bella gracia?
Que podamos comprender, Señor, que hoy nos toca, a los que creemos en ti, mostrar que nos identifica tu estilo de hijo predilecto, manifestándolo también en cuidados hacia los demás y anuncios del Reino de amor misericordioso del Buen Padre Dios. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, las formas correctas y coherentes de corresponder al regalo inconmensurable que nos ha hecho Dios, que es hacernos hijos suyos,
Miguel.
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