29 de enero de 2014
Miércoles de la Tercera Semana Durante el Año
– Ciclo A
Lecturas:
II Samuel 7, 4-17
/ Salmo 88, 4-5. 27-30 Le aseguraré mi amor eternamente
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
4,
1-20
Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas
del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a
una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud
estaba en la orilla. El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y
esto era lo que les enseñaba:
«¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar.
Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los
pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía
mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando
salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. Otra cayó entre las
espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. Otros granos cayeron en
buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya
el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno.»
Y decía: «¡El que tenga oídos para oír, que
oiga!»
Cuando se quedó solo, los que estaban
alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las
parábolas. Y Jesús les decía: «A ustedes se les ha confiado el misterio del
Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola, a fin de que
miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el
perdón.
Jesús les dijo: «¿No entienden esta parábola?
¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?
El sembrador siembra la Palabra. Los que
están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero,
apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.
Igualmente, los que reciben la semilla en
terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con
alegría; pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto
sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra,
inmediatamente sucumben.
Hay otros que reciben la semilla entre
espinas: son los que han escuchado la Palabra, pero las preocupaciones del
mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos penetran en ellos y
ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa.
Y los que reciben la semilla en tierra buena,
son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta
y al ciento por uno.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
En
una ocasión estábamos en un grupo de padres de la catequesis familiar, los que,
como suele suceder, son gente sin mayor preparación en cuanto a los temas de la
fe.
Al
utilizar el texto de este evangelio, la pregunta era “¿qué tipo de terreno
somos?”.
Me
asombró que, casi unánimemente, la respuesta fuese que todos: a veces uno,
otras uno distinto.
Es
la sabiduría de los sencillos.
No
hay gente que sólo sea “buena tierra”: no existen los perfectos. Pero tampoco los
hay que sean sólo “mala tierra”: no hay intrínsecamente perversos. Todos somos
todo.

Y
a la vez es esperanzador: el mundo puede cambiar, porque podemos mirar de una
manera más precisa a los demás, valorando lo bueno que hacen y perdonando con
más facilidad lo menos bueno, como nos gustaría que nos perdonaran a nosotros.
Que
seamos la buena tierra que esperas de nosotros, Señor, durante la mayor
cantidad de tiempo posible. Y que sepamos perdonar y acoger a aquellos a los
que les cuesta más, como tú mismo lo haces. Así sea.
Buscando
anunciar con la vida convertida que el Reino de la Paz, el Amor y la Alegría
está cada vez más cerca,
Miguel.
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