«Jesús le respondió:
"Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice:
'Dame de beber', tú misma se lo hubieras pedido,
y él te habría dado agua viva"»
(Jn 4,10)
«Tus brotes son un vergel de granadas, con frutos
exquisitos: alheña con nardos, nardo y azafrán, caña aromática y canela, con
todos los árboles de incienso, mirra y áloe, con los mejores perfumes. ¡Fuente
que riega los jardines, manantial de agua viva, que fluye desde el Líbano!»
Cantares 4,13-15
«El Señor te guiará incesantemente, te saciará en los
ardores del desierto y llenará tus huesos de vigor; tú serás como un jardín
bien regado, como una vertiente de agua, cuyas aguas nunca se agotan.»
Isaías 58,11
«Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así
mi alma suspira por ti, mi Dios. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios?»
Salmo 42,2-3
«Aquel día, saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad hacia
el mar oriental y la otra mitad hacia el mar occidental, tanto en verano como
en invierno. El Señor será rey sobre toda la tierra: aquel día, él será el
único Señor y será único su Nombre.»
Zacarías 14,8-9
«Pero mi pueblo ha cambiado su Gloria por algo que no sirve
de nada. ¡Espántense de esto, cielos, horrorícense y queden paralizados!
-oráculo del Señor-. Porque mi pueblo ha cometido dos maldades: me abandonaron
a mí, la fuente de agua viva, para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que
no retienen el agua.»
Jeremías 2,11-13
«Tú, Señor, eres la esperanza de Israel: todos los que te
abandonan quedarán confundidos, los que se apartan de ti serán escritos en el
polvo, porque han abandonado el manantial de agua viva.»
Jeremías 17,13
«Jesús, poniéndose de pie, exclamó: "El que tenga sed,
venga a mí y beba; el que cree en mí, como dice la Escritura: De su seno
brotarán manantiales de agua viva”».
Juan 7,37-38
«Después el Ángel me mostró un río de agua de vida, claro
como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero, en medio de la
plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había arboles de vida que
fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para
curar a los pueblos.»
Apocalipsis 22,1-2
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