24 de marzo de 2014
Lunes de la Tercera Semana de Cuaresma
Lecturas:
II Reyes 5, 1-15
/ Salmo 41, 2-3; 42, 3-4 ¡Mi alma tiene sed del Dios viviente!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
4,
24-30
Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la
multitud en la sinagoga:
«Les aseguro que ningún profeta es bien
recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el
tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo
y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado
Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en
el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el
sirio.»
Al oír estas palabras, todos los que estaban
en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la
ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la
ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos,
continuó su camino.
Palabra del Señor.
MEDITACION
La
meditación del evangelio del reciente domingo nos llevaba a admirar la no
sujeción de Jesús a las divisiones que creamos los humanos.
En
esa misma línea, hoy él destaca que esa actitud es propia de Dios mismo,
recordando que, pese a que había escogido a Israel como su pueblo, su salvación
no se circunscribía a ningún grupo, por aparentemente privilegiado que pudiera
parecer ser, ya que a su gran profeta Elías, durante la terrible sequía que
azotó a su país, lo envió a otra región a hacer un signo en su nombre (cf
1 Rey 17, 7-16).
Y
de manera semejante actuó después con el discípulo de este profeta, quien sanó
a un leproso de una cultura diferente (1L).
Es
que nadie tiene ganados los dones del Señor: Él los da exclusivamente según su
misericordia generosa y de acuerdo a sus planes misteriosos.
Que
actuemos de manera que, si nos es posible hacer un bien, no clasifiquemos a la
persona, sino sólo lo hagamos, a ejemplo de tu generosidad, Señor. Así sea.
Aprendiendo a
adorar en espíritu y en verdad al Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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