«Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto,
para ser tentado por el demonio»
(Mt 4,1)
Jesús no vence a la muerte
escapándose de ella. Jesús no usa sus poderes para vivir bien y escapar
de la
vida cotidiana. Jesús hace de su vida y de su muerte un triunfo del Espíritu,
es decir, Jesús vence la tentación, vive como un hombre nuevo. Jesús, hombre
como nosotros, pero "hombre lleno del Espíritu".
La fuerza del Espíritu le hace
verdaderamente hombre, hombre como hay que ser. Es decir que en Jesús vemos la
situación humana completa: el ser humano acosado por debilidades y
oscuridades... y lleno de la fuerza de Dios que le hace superar todo eso para
cumplir el plan de Dios, que es la Liberación, el éxito. Jesús es también un
caminante, y siente las seducciones y los terrores del camino. Pero el Espíritu
de Dios está con él.
Así pues, hemos comenzado la
Cuaresma con una consideración sobre nuestra condición humana: pecadores. Y se
nos ha enviado un primer mensaje importantísimo: "pecadores" no
significa "culpables". Significa que tenemos que buscar nuestra vida,
y tenemos el peligro de equivocarnos, por error y porque nos atraen las trampas
del camino.
La Palabra de Dios es profunda al
definir al ser humano. El concepto de pecado es mucho más profundo que el
concepto de "desobediencia". Cuando Dios se presenta como Salvador,
Libertador, no se presenta simplemente como Juez blando, sino como Luz para que
no nos equivoquemos, Pan y Agua para caminar con fuerza, Pastor que conduce el
rebaño por buenos pastos, Médico que cura cuando enfermamos o quedamos heridos
al caminar....
Y todas estas imágenes son mucho
más profundas y hablan del ser humano mucho mejor que nuestros conceptos de
"culpa", "redención", "satisfacción",
"perdón", que se quedan muy cortos y empequeñecen al ser humano y a
su relación con Dios.
José Enrique
Galarreta
No hay comentarios:
Publicar un comentario