lunes, 27 de julio de 2015

¿Acaso pretendemos complicar, dentro de nuestros esquemas y raciocinios, al amor?



27 de Julio de 2015
Lunes de la Décimo Séptima Semana Durante el Año

Lecturas:
Éxodo 24, 18; 31, 18; 32, 15-24. 30-34 / Salmo 105, 19-23 ¡Den gracias al Señor, porque es bueno!

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   13, 31-35
    Jesús propuso a la gente otra parábola:
    «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas.»
    Después les dijo esta otra parábola:
    «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa.»
    Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
        "Hablaré en parábolas,
        anunciaré cosas que estaban ocultas
        desde la creación del mundo".

Palabra del Señor.

MEDITACION

Para quienes creemos puede no haber realidad más grande y menos aprehendible que «El Reino de los Cielos»: debe ser inmensa porque está relacionada con el Dios Todopoderoso; y, a la vez, es un misterio muy difícil de captar.
Sin embargo, Jesús, en su pedagogía, nos da vuelta las imágenes y lo hace pequeñísimo, como una semilla y tan simple como la levadura que fermenta la masa…
¿Qué querrá que entendamos al respecto?
¿Será que el Maestro de la sencillez y la humildad nos dice que estamos muy equivocados si pretendemos complicar, dentro de nuestros esquemas y raciocinios, lo más diáfano que hay, que es el amor?
El Reino de los Cielos, del Padre Dios, de su Hijo y del Espíritu Santo, es el amor reinando entre nosotros, tal como lo vimos encarnado en la vida de Jesús. Así de simple.
Lo complejo que tiene es que nuestro egoísmo no nos deja libres para vivirlo y, por eso, lo enredamos en nuestra mente… y en nuestra vida.

Que la fuerza de tu amor, Señor, nos ayude a romper las cadenas que nos amarran a la triste vida donde no reina la fraternidad y la solidaridad. Así sea.

Alimentándonos, juntos como hermanos de humanidad, del Pan de la Paz, el Amor y la Alegría generosos y solidarios,
Miguel

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