PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
19 de Julio de 2015
Domingo de la Décimo Sexta Semana Durante el Año
Lecturas:
Jeremías 23, 1-6
/ Salmo 22, 1-6 El Señor es mi pastor, nada me puede faltar
/ Efesios 2, 13-18
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 6, 30-34
Al regresar de su misión, los
Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y
enseñado.
Él les dijo: «Vengan ustedes
solos a un lugar desierto, para descansar un poco». Porque era tanta la gente
que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos
en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y
de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que
ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una
gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y
estuvo enseñándoles largo rato.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Por la fe sabemos que «por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en
un mismo Espíritu» (2L), de manera de sentir: «Tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza» (Sal) para, apoyados en esa fuerza, ayudar a que su amor y ternura lleguen a quienes
no han tenido la misma posibilidad. Por eso, a quienes «eran como ovejas sin pastor» (Ev), les promete «Yo suscitaré para ellas pastores que las apacentarán; y ya no temerán
ni se espantarán» (1L). Tú y yo y todo aquel que fue bautizado es
llamado a realizar esa misión. ¿Estás disponible?
Solemos
decir que alguien tiene “corazón de abuelita” cuando es demasiado benévolo y
preocupado de los demás.
La imagen
es buena, pero ¿qué tal si dijéramos que tiene un corazón como el de Jesús?
Sería muy
exacto, porque él es el profeta de la misericordia: la predicaba y la ejercía.
Él no se
dejó impresionar tanto por la imagen que se lee muchas veces en las Escrituras,
del “Señor de los ejércitos”, lleno de furor contra los enemigos; a él parece
haberlo convencido más esta otra: «Tú eres el Dios del perdón, compasivo y
misericordioso, lento para enojarte y lleno de fidelidad» (Neh
9,17).
Lo vemos
hoy, procurando el descanso de sus discípulos, compadecido del cansancio que
les provocó su agotadora jornada de vuelta de la misión a la que los envió y
que recordábamos el domingo anterior.
Y, también,
al encontrarse con la muchedumbre de desesperados en busca de consuelo, aliento y mejor vida, por quienes se
duele de verlos «como ovejas sin pastor».
Pero no es
una actitud esporádica, sino permanente a lo largo de su vida.
En otro
momento, por ejemplo, también se compadece de la multitud desorientada y, debido
a eso, pide a sus discípulos orar por más trabajadores para esa “cosecha” (cf 9,36-39).
Ante el leproso, quien, de rodillas, le
manifiesta que confía en que, si es su deseo, podrá limpiarlo, «Jesús,
conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda
purificado"» (Mc 1,41)
Al
encontrarse con el dolor de una mujer que iba a enterrar a su único hijo, «al
verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores"», lo resucitó y
«se lo entregó a su madre» (cf Lc 7,12-15).
A los que
practican rigurosamente su religión, les dice, con la profecía de Oseas en la
mano (cf Os 6,6): «Vayan y aprendan qué significa: “Yo quiero misericordia y no
sacrificios”» (Mt 9,13).
Incluso en
la cruz es capaz de ver en quienes lo ajustician ignorancia y, tal vez, temor,
por lo que los perdona y es capaz de orar por ellos: «Padre, perdónalos, porque
no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
En otra
ocasión, eseñando acerca de quien se porta como el auténtico prójimo (no quien
debiese serlo nominalmente), queda claro que lo es quien tiene compasión por el
que sufre. Y su conclusión es: «Ve, y procede tú de la misma manera» (Lc 10,37).
Por todo
ello, en tiempos de indiferencia hacia los otros o de competencia contra todos,
como son los que nos toca vivir, su invitación para nosotros es a hacernos
Buena Noticia para los demás, de esta manera: «Sean misericordiosos, como el
Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36).
Y como lo
es y nos enseña a ser su Hijo, nuestro Maestro y Señor.
Que nos
dejemos contagiar por nuestro Dios del perdón, compasivo y misericordioso, para
que nuestra vida creyente sea reflejo de su bondad. Así sea.
Intentando, con Paz,
Amor y Alegría, de llenar nuestra vida de actitudes misericordiosas hacia los
demás, siguiendo el ejemplo del Señor,
Miguel
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