miércoles, 15 de julio de 2015

Seguidores del Profeta de la Misericordia



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
19 de Julio de 2015
Domingo de la Décimo Sexta Semana Durante el Año

Lecturas:
Jeremías 23, 1-6 / Salmo 22, 1-6 El Señor es mi pastor, nada me puede faltar / Efesios 2, 13-18

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos   6, 30-34
    Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
    Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco». Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
    Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Por la fe sabemos que «por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu» (2L), de manera de sentir: «Tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza» (Sal) para, apoyados en esa fuerza, ayudar a que su amor y ternura lleguen a quienes no han tenido la misma posibilidad. Por eso, a quienes «eran como ovejas sin pastor» (Ev), les promete «Yo suscitaré para ellas pastores que las apacentarán; y ya no temerán ni se espantarán» (1L). Tú y yo y todo aquel que fue bautizado es llamado a realizar esa misión. ¿Estás disponible?
Solemos decir que alguien tiene “corazón de abuelita” cuando es demasiado benévolo y preocupado de los demás.
La imagen es buena, pero ¿qué tal si dijéramos que tiene un corazón como el de Jesús?
Sería muy exacto, porque él es el profeta de la misericordia: la predicaba y la ejercía.
Él no se dejó impresionar tanto por la imagen que se lee muchas veces en las Escrituras, del “Señor de los ejércitos”, lleno de furor contra los enemigos; a él parece haberlo convencido más esta otra: «Tú eres el Dios del perdón, compasivo y misericordioso, lento para enojarte y lleno de fidelidad» (Neh 9,17).
Lo vemos hoy, procurando el descanso de sus discípulos, compadecido del cansancio que les provocó su agotadora jornada de vuelta de la misión a la que los envió y que recordábamos el domingo anterior.
Y, también, al encontrarse con la muchedumbre de desesperados en busca de  consuelo, aliento y mejor vida, por quienes se duele de verlos «como ovejas sin pastor».
Pero no es una actitud esporádica, sino permanente a lo largo de su vida.
En otro momento, por ejemplo, también se compadece de la multitud desorientada y, debido a eso, pide a sus discípulos orar por más trabajadores para esa “cosecha” (cf 9,36-39).
Ante el leproso, quien, de rodillas, le manifiesta que confía en que, si es su deseo, podrá limpiarlo, «Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado"» (Mc 1,41)
Al encontrarse con el dolor de una mujer que iba a enterrar a su único hijo, «al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores"», lo resucitó y «se lo entregó a su madre» (cf Lc 7,12-15).
A los que practican rigurosamente su religión, les dice, con la profecía de Oseas en la mano (cf Os 6,6): «Vayan y aprendan qué significa: “Yo quiero misericordia y no sacrificios”» (Mt 9,13).
Incluso en la cruz es capaz de ver en quienes lo ajustician ignorancia y, tal vez, temor, por lo que los perdona y es capaz de orar por ellos: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
En otra ocasión, eseñando acerca de quien se porta como el auténtico prójimo (no quien debiese serlo nominalmente), queda claro que lo es quien tiene compasión por el que sufre. Y su conclusión es: «Ve, y procede tú de la misma manera» (Lc 10,37).
Por todo ello, en tiempos de indiferencia hacia los otros o de competencia contra todos, como son los que nos toca vivir, su invitación para nosotros es a hacernos Buena Noticia para los demás, de esta manera: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36).
Y como lo es y nos enseña a ser su Hijo, nuestro Maestro y Señor.

Que nos dejemos contagiar por nuestro Dios del perdón, compasivo y misericordioso, para que nuestra vida creyente sea reflejo de su bondad. Así sea.

Intentando, con Paz, Amor y Alegría, de llenar nuestra vida de actitudes misericordiosas hacia los demás, siguiendo el ejemplo del Señor,
Miguel

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