«Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube,
lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza,
porque está por llegarles la liberación »
(Lc 21,27-28)
Las imágenes se suceden una tras otra para
describirnos la seriedad de los tiempos futuros: la mujer encinta, la angustia
ante los fenómenos cósmicos, la muerte a manos de los invasores, la ciudad
pisoteada. Esta clase de lenguaje apocalíptico no nos da muchas claves para
saber adivinar la correspondencia de cada detalle.
Pero por encima de todo, está claro que
también nosotros somos invitados a tener confianza en la victoria de Cristo
Jesús: el Hijo del Hombre viene con poder y gloria. Viene a salvar. Debemos
"alzar la cabeza y levantarnos", porque "se acerca nuestra liberación".
Sea en el momento de nuestra muerte, que no es
final, sino comienzo de una nueva manera de existir, mucho más plena. Sea en el
momento del final de la historia, venga cuando venga (mil años son como un día
a los ojos de Dios). Entonces la venida de Cristo no será en humildad y
pobreza, como en Belén, sino en gloria y majestad.
Levantaos, alzad la cabeza. Nuestra espera es
dinámica, activa, comprometida.
Tenemos mucho que trabajar para bien de la
humanidad, llevando a cabo la misión que iniciara Cristo y que luego nos
encomendó a nosotros. Pero nos viene bien pensar que la meta es la vida, la
victoria final, junto al Hijo del Hombre: él ya atravesó en su Pascua la
frontera de la muerte e inauguró para sí y para nosotros la nueva existencia,
los cielos nuevos y la tierra nueva.
J.
Aldazabal
(ENSÉÑAME
TUS CAMINOS)
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