miércoles, 25 de junio de 2025

Volver a ser la Iglesia de Pedro y Pablo

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

29 de Junio de 2025                                                 

San Pedro y San Pablo, apóstoles

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 12, 1-11 / Salmo 33, 2-9 El Señor me libró de todos mis temores / II Timoteo 4, 6-8. 17-18

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     16, 13-19


Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas».
«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?»
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Nos guía la confianza en que «el poder de la muerte no prevalecerá» contra la comunidad de quienes aman al Señor (Ev). Alimenta nuestra seguridad el notar que cuando «Busqué al Señor: Él me respondió y me libró de todos mis temores» (Sal). Por eso, «Ahora sé que realmente el Señor envió a su Ángel» confortador y fortalecedor (1L) y creemos también que «el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas» (2L) sin fallar jamás.

Y la de tantos que hicieron esfuerzos honestos por ponerse a disposición del anuncio del Reino.

Hoy les invitamos a ir más allá de la versión dulcificada de la historia de la Iglesia, que sólo habla de la merecida valoración de los mártires y santos, además del aporte de algunos Papas y otros religiosos. Entremos en un análisis un poco más duro, basado en las ciencias sociales.

Cuando el cristianismo pasó de la situación de persecución a la de religión oficial del Imperio más poderoso de su tiempo, el romano, casi 400 años después de Cristo, fue adquiriendo poder político, influencia social y rodeándose de privilegios, lo que, inevitablemente, la fue alejando del Evangelio de la humildad y el servicio. Entonces, cada vez el pueblo la fue viendo más lejos, porque la identificaban al lado de los poderosos y los ricos que abusaban de ellos para conservar sus privilegios. Los de ellos y los de la propia institución Iglesia. Eso lo encontramos en cualquier libro de historia.

Avanzando rápidamente, sabemos que, mucho después, debido a lo mismo, en los siglos XVIII y XIX perdió masivamente a los trabajadores y sus organizaciones. Y con sus permanentes oposiciones al avance científico, el progreso, la evolución del pensamiento, y a los movimientos innovadores del siglo XIX, perdió a los intelectuales.

En el siglo XX y aún más hoy, después de los escándalos conocidos, con su correspondiente pérdida de credibilidad, cada vez más perdió a los hombres y a la juventud, principalmente. Debido a eso, en las celebraciones litúrgicas, participan casi exclusivamente mujeres y, entre estas mayormente avanzadas en edad. En cantidades cada vez menos numerosas.

Pero, ante todo esto, en vez de deprimirnos, debemos recordar que somos la religión de la esperanza. ¿Qué hacemos, qué podemos hacer, para reparar algo de todo esto?

En periodos de crisis, siempre viene bien volver los ojos a los orígenes: ¿cómo partió esto que nos mueve aún hoy, pese a tempestades y cataclismos?

La fiesta de este día, honrando a Pedro y Pablo, a los que alguien bautizó como “las columnas de la Iglesia”, podría servirnos para usarlos de espejo ante la actual situación.

Tengamos presente, al respecto, que ninguno de los dos era perfecto, porque eran humanos como cada uno/a de nosotros/as. Lo que los hace especiales –“santos”, en la consideración católica- es que se pusieron al servicio de lo que Dios quería de ellos, pese a sus debilidades, pero potenciando sus cualidades.

Primera pista, por lo tanto: la proclamación de la Buena Noticia necesita personas que nos atrevamos a hacerlo, buscando vencer nuestras carencias y aprovechando las virtudes que todos tenemos.

Luego, recordemos que Pedro se sentía muy seguro de su cariño y fidelidad al Señor, sin embargo, llegó a negarlo tres veces en un momento decisivo. Y pese a que había sido advertido de que así sucedería.

Pero, el Señor conocía bien su corazón apasionado y honesto, por lo que, le perdona y luego le da la misión de ser el apoyo de sus hermanos de fe (Jn 21,15-17).

Por su parte, Pablo era un furibundo y violento perseguidor de los primeros cristianos. Capaz de recorrer grandes distancias con tal de alcanzar y castigar a estos que consideraba herejes (Hch 26,9-12).

Pero, contra todo pronóstico, el Señor le hace ver que lo que debe hacer es anunciarlo como Mesías resucitado (Hch 26,16), para ser fiel a la Ley de Dios, como él quería hacer de manera errada antes.

Segunda pista, en consecuencia: es necesario confiar siempre en la misericordia del Señor, porque nunca deja de perdonar y de dar más oportunidades para realizar nuestra vocación.

Por último, como sabemos, Simón era un sencillo pescador, sin mayor educación; y Saulo, por el contrario, era un intelectual bien preparado. Completamente distintos uno de otro. En lo que coinciden


es en que ambos, el primero , con su corazón apasionado, dejando de ser el que cuestionaba todo lo que decía el Maestro, para pasar a ser Pedro, la roca de la fe sobre la que se funda la esperanza de la comunidad en momentos difíciles: «sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»; y el segundo con su impulso misionero, convirtiendo al enemigo de Cristo en Pablo (el pequeño), entregado humildemente a proclamar al «Mesías, el Hijo de Dios vivo»; ambos, decíamos, desde sus características distintivas hicieron su aporte para construir el cristianismo que llegó hasta nosotros.

Concluyamos que, para lograr revertir la situación mencionada, pero no tanto para que vaya más gente a nuestras actividades o celebraciones litúrgicas, porque eso es secundario; sino que lo importante sería que más personas conozcan la Buena Noticia del Padre Bueno que nos ama, que es lo importante, ya que es intención del propio Jesús (Jn 17,3). Para eso sería necesario volver a ser la Iglesia de Pedro y Pablo. Y la de tantos que hicieron esfuerzos honestos por ponerse a disposición del anuncio del Reino, según las invitaciones y la inspiración que legó nuestro Señor.

 

Señor: ayúdanos a asemejarnos al cariñoso seguimiento de Pedro y al vehemente impulso de Pablo, junto con la fidelidad de los que te escucharon y te vieron cuando caminaste por nuestros caminos. Todo para acercar la Buena Noticia del inmenso amor de Dios por nosotros, que es algo que tanto necesita conocer nuestra humanidad. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aportar para que disminuya seriamente la necesidad de pan, abrigo y ternura de tantos que lo necesitan,

Miguel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Volver a ser la Iglesia de Pedro y Pablo

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 29 de Junio de 2025                               ...