miércoles, 18 de junio de 2025

El Día del Amor Fraterno

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

22 de Junio de 2025                                                 

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

 

Lecturas de la Misa:

Génesis 14, 18-20 / Salmo 109, 1-4 Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec / I Corintios 11, 23-26

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     9, 11-17


    Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados.
    Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: «Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto».
    Él les respondió: «Denles de comer ustedes mismos». Pero ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».
    Porque eran alrededor de cinco mil hombres.
    Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: «Háganlos sentar en grupos de cincuenta». Y ellos hicieron sentar a todos.
    Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Jesús, que ha sido enviado «de parte de Dios, el Altísimo, creador del cielo y de la tierra» (1L), estaba, por lo mismo, muy conectado a Su Misericordia y Su Amor, por eso todo lo hacía «con esplendor de santidad» (Sal), ocupado de las necesidades concretas de los demás y esperando que, cuando él no estuviese, todos quienes se declaren seguidores suyos «Hagan esto en memoria mía» (2L) lo cual es compartir de manera fraterna el alimento y seguir atendiendo a los necesitados: «Denles de comer ustedes mismos» (Ev).

Jesús alimenta; la comunidad recuerda y trata de imitarlo.

Esta devoción, conocida hasta no hace mucho como Corpus Christi, no proviene del principio de la Iglesia, la festividad se instituye recién el año 1264, como reacción del Papa de la época, entre otras situaciones, a un muy difundido milagro que habría ocurrido cuando un sacerdote con dudas de fe vio a la Hostia consagrada que comenzaba a sangrar.

Ésta se celebra con procesiones y liturgias donde resalta fuertemente la presencia y adoración de las especies de pan y vino consagradas.

Pero el texto de la comunidad de Lucas lo que recuerda (y nos recuerda) es que va por otro lado la clave para darle sentido a esta tradicional fiesta: se trata de la multiplicación del alimento necesario, a partir de lo que tenemos. Esto como una manera de anticipar el modelo de sociedad soñada por Jesús, a la que él llamaba el «Reino de Dios», porque, como un reflejo de ese reinado, lo harán también entre nosotros la fraternidad y la solidaridad de todos con todos.

Fijémonos: el evangelio de este día contiene muchos simbolos, para alejarnos de la “magia” del milagro, como única visión de este texto. Los números así lo indican: 5 panes y 2 peces, suman 7, el valor de la totalidad plena en la cultura de su época y su pueblo. Después, los «alrededor de cinco mil hombres» traen resonancias de muerte, ya que era la cantidad de un ejército en batalla (Jos 8,12), lo cual es contrastado y anulado con los «grupos de cincuenta» personas, que son un eco de quienes se hacen cercanos al Dios de la Vida, como son los profetas (1Re 18,4.13). Y, por cierto, las «doce canastas» con lo que quedó, misma cantidad que las tribus que dieron origen al pueblo judío.

En seguida, pongamos atención en que el relato ocurre cuando sus discípulos vuelven de la misión, y «él los llevó consigo, y se retiró a solas con ellos» (Lc 9,10), para estar juntos, para orar y reforzar su preparación. Pero la gente que le sigue les impide aislarse. La reacción del Maestro es acoger y atender a la multitud con cariño, sanando y exponiéndoles el modelo de sociedad alternativa fraterna mencionado.

Por lo tanto, concluyamos en que, como sabemos, el Señor del Santísimo Cuerpo y Sangre, Dios Hijo, según nuestra creencia, «no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor» (Flp 2,6-7), «haciendo el bien» (Hch 10,38) a sus hermanos de humanidad cada vez que pudo, y, en consecuencia, muy lejos de querer ser adorado (Mt 20,28).

Pero, para que esto tenga sentido para nosotros, es necesario comprender que también impulsa a sus seguidores de entonces y de siempre, para que cuando se enfrenten a las necesidades de las personas, se atrevan a vencer la lógica económica: lo que hay no alcanza, a no ser que espere que hagamos algo tan absurdo como «que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».

Su invitación es a que entren más bien en su lógica solidaria: habrá para todos, si se comprometen y aprender a compartir: «Denles de comer ustedes mismos».


Así lo entendieron las primeras comunidades, que llevaban alimentos a la eucaristía, los ofrecían en el ofertorio y luego los repartían a los pobres, por lo que «eran queridos por todo el pueblo» (Hch 2,47).

Esta celebración del Cuerpo y Sangre (¿qué más humano que estos elementos físicos?) podría ser más auténticamente el Día del Amor Fraterno, sintiéndonos todos llamados a replicar el milagro de la multiplicación de los panes, compartiendo lo que somos y lo que tenemos con aquellos que carecen de todo.

 

Señor de la entrega generosa de tu vida, tú fomentas que desarrollemos toda la capacidad fraterna y solidaria que derramó en nuestros corazones el Santo Espíritu de Dios, cuando fuimos creados como parte de todo lo bueno que hizo Dios. Ayúdanos a ser fieles a esa vocación. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aportar para que disminuya seriamente la necesidad de pan, abrigo y ternura de tantos que lo necesitan,

Miguel.

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