miércoles, 2 de julio de 2025

Decirse cristianos es reconocerse enviados a anunciar el Reino del Amor

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

6 de Julio de 2025                                                    

Domingo de la Décimo Cuarta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 66, 10-14 / Salmo 65, 1-7. 16. 20 ¡Aclame al Señor toda la tierra! / Gálatas 6, 14-18

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     10, 1-12. 17-20


    El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
    ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
    Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
    Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".
    Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".
    Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad».
    Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».
    Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Cristianismo y Misión están íntimamente ligados. Jesús quiere que se anuncien «las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres» (Sal); entre ellas la maravilla de oír de la boca de Dios: «como un hombre es consolado por su madre, así Yo los consolaré a ustedes» (1L). La respuesta a estos regalos es que los discípulos vayan hacia los demás, «curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes"» (Ev), para todo lo cual se nos concede el que «la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes» (2L). Sólo depende de cada quien responder generosamente.

Un breve manual de los misioneros.

Jesús, el Profeta de la vida en abundancia (Jn 10,10) tiene premura en que se anuncie la Buena Noticia del amor tremendamente misericordioso y generoso de Dios, porque sus hermanos de humanidad necesitan conocerla. Por eso, «designó a otros setenta y dos, además de los Doce»: porque se necesitan muchos. Incluso, estos no son suficientes, debido a ello solicita: «Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha».

Todo lo anterior sigue siendo necesario. Para eso, también lo es lo siguiente, que podría ser un breve “manual de los misioneros”:

Lo primero es tener presente que esta no es ni será nunca una tarea fácil, quien misiona no debe creer que va a encontrar sólo receptores con buena voluntad: «los envío como a ovejas en medio de lobos». Y, para complejizarla aún más, les exhorta a que no confíen en los recursos materiales: «no lleven dinero, ni provisiones, ni calzado», lo que es una forma de decirles que necesitan abandonarse en Quien es el que envía.

Después, les invita a sentir la urgencia de desarrollar esta labor: «no se detengan a saludar a nadie por el camino», como era la costumbre en su tiempo de largos saludos preguntando por toda la familia.

El comienzo del mensaje de un misionero del Reino, indica Jesús, debe ser una actitud verbal y física muy potente y siempre necesaria: «digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!"»

Deben estar dispuestos a acoger y aceptar humildemente la generosidad agradecida de los misionados: «Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario».

Todo lo anterior, con la conciencia clara de que este mensaje no se debe imponer, sino proponer, con alegría y cariño: «En las ciudades donde entren y sean recibidos…».

Porque no hay que olvidar cuál es el contenido que se debe transmitir, el amor concretado en servicio: «curen a sus enfermos», lo que es el centro del mensaje, ya que dice con evidencias claras que «El Reino de Dios está cerca de ustedes».

Cuando se siguen estas instrucciones-invitaciones, los misioneros retornan «llenos de gozo», porque pudieron experimentar (como lo han hecho miles a lo largo de la historia) la derrota de los diversos males que aquejan a la humanidad: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».

Pero la verdadera alegría, aclara el Maestro, no debiese estar en vencer el mal, ya que eso no proviene


del esfuerzo de los enviados, sino de la capacidad que otorga Quien envía: «Les he dado poder […] para vencer todas las fuerzas del enemigo». El motivo para la felicidad, por el contrario, debiese ser el que quienes aceptan este encargo tienen un espacio destacado en el corazón del Padre Dios: «alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».

Ser misioneros, no lo olvidemos, no es tarea exclusiva de curas, monjas u otros pastores, sino que debiese ser un llamado que oigamos poderosamente en nuestra alma, como forma de entender que sólo quienes han experimentado el amor generosamente misericordioso de Dios pueden dar testimonio de esto a los demás. Comprendiendo, también, por cierto, que ese amor compasivo y acogedor es para todos y es un mínimo deber de sus hijos amados darlo a conocer a todos sus hermanos de comunidad. O a la mayor cantidad que sea posible, pese a nuestras debilidades.

 

Padre Dios, dueño de tanto amor y también de los sembrados donde existe tan abundante necesidad de encontrarte, siguiendo la recomendación de tu hijo, te rogamos que acrecientes nuestra fidelidad y refuerces nuestras capacidades para sumarnos a los siempre pocos obreros de tu campo, que recogen los buenos frutos del evangelio y llevan el esperanzador mensaje del Reino a todos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, no olvidar nunca que decirse cristianos es decirse misioneros del Reino,

Miguel.

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