PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
3 de Enero de 2016
La Epifanía del Señor
Lecturas:
Isaías 60, 1-6
/ Salmo 71, 1-2. 7-8.
10-13 ¡Pueblos de la tierra alaben al
Señor! / Efesios 3, 2-6
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 2, 1-12
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos
magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey
de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos
venido a adorarlo.»
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda
Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del
pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de
Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
"Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá,
porque de ti surgirá un jefe
que será el Pastor de mi pueblo, Israel".»
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con
precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén,
diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo
hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje.»
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en
Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron
al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego,
abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como
recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes,
volvieron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Así como
rápidamente las primeras comunidades comprendieron que el Señor pertenecía más
allá que a los judíos, porque «también
los paganos […] son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma
promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio» (2L), los magos, al afirmar: «vimos su estrella en Oriente y hemos venido
a adorarlo» (Ev), están diciendo
que el anuncio es para todo quien quiera verlo: «sobre ti brillará el Señor» (1L). El
resultado de creer en la Buena Noticia debiese ser unir a la humanidad, de tal
manera que, terminadas las divisiones artificiales «en sus días florezca la justicia y abunde la paz» (Sal). ¿Qué mejor noticia que esa?.
Observar el cielo ha sido un bello ejercicio que todos los pueblos han
desarrollado en mayor o menor medida. Siempre ha sido un misterio por dilucidar
qué hay más allá de lo que vemos y comprender qué es lo que vemos y por qué. Y,
de alguna manera, han sentido que sus orígenes están ahí.
El astrónomo Carl Sagan acuñó una poética y científicamente acertada frase:
“somos polvo de estrellas”, ya que estamos compuestos de los mismos materiales
que los astros celestiales.
Con el tiempo, y como fruto del trabajo de los observadores del infinito,
se consiguieron descubrimientos que sirvieron para, desde comprender el origen
del Universo, hasta encontrar formas de medir el tiempo reflejadas en nuestros
calendarios, entre muchas más. Y siguen trabajando.
El evangelio de este día lo protagonizan estos seres extraordinarios:
magos, según las concepciones de su época; científicos múltiples, dedicados,
entre otras cosas a la astronomía según la nuestra.
Tradicionalmente se comprende este texto, y de ahí la fiesta de este
día, como la manifestación (del griego epifanía) del Señor a toda la humanidad,
que realiza más allá del pueblo elegido, representada en estos misteriosos «magos de Oriente».
El relato, por su parte, nos muestra que, pese a que las autoridades,
los religiosos y los teólogos tenían las Escrituras y toda su tradición de
espera del Enviado, éste casi les pasa por el costado; mientras que los magos
podían tener una fe difusa, pero junto a un gran espíritu de búsqueda que los
ayudó a encontrarlo.
Tal vez hasta se asombraron de no encontrar Jerusalén revolucionada por «el rey de los judíos que acaba de nacer».
Hoy los creyentes recibimos variados llamados de atención al respecto:
Uno, que, dentro de las religiones la fe puede anquilosarse, hasta el
punto de ya no ver lo obvio, como le sucedió a los judíos;
Dos, que la Biblia es una guía para encontrarnos con el Señor: ahí nos
ha dejado pistas y palabras claras para eso;
Tres, que si Dios es Todopoderoso, como decimos, no tiene límites, ni
siquiera los de las Escrituras, por lo que es necesario confrontarlas con los
otros signos que Él nos va dando;
Cuatro, que mucho menos podemos encerrar a Dios dentro de ninguna de
nuestras fronteras de creencias, ya que Él «sopla donde quiere» (cf Jn 3,8);
Cinco, y a propósito de lo anterior, que si Dios es Padre de todos (Ef 4,6), y a todos ama, tanto «que hace salir el sol sobre
malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45), no debiésemos tener motivo alguno para
discriminar a nadie, menos aún en nombre de la concepción que tengamos de Dios.
Entonces, ¿qué tal si esta fiesta nos ayudara a nosotros, quienes nos
decimos discípulos de Jesús, a ser más cercanos a la estrella que sirve para
encontrar al Señor, que a «los sumos
sacerdotes y a los escribas del pueblo», cuya función era, precisamente,
esa, porque parecían saber de Dios, pero que lo que lograban era más bien
alejarlo de la gente?
Que quienes te buscan, encuentren y sigan las estrellas que Tú pones en
su camino, Señor y que quienes ya te hemos encontrado seamos buenos guías hacia
ti. Así sea.
Siguiendo las señales que el Señor nos da
para construir la Paz, el Amor y la Alegría en nuestro mundo,
Miguel

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