23 de Enero de 2016
Sábado de la Segunda Semana Durante el Año
Lecturas:
II Samuel 1, 1-4. 11-12. 17. 19. 23-27 / Salmo 79, 2-3. 5-7 ¡Que brille tu rostro,
Señor, y nos salve!
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 3, 20-21
Jesús regresó a la casa, y de
nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer. Cuando sus parientes
se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: «Es un exaltado».
Palabra del Señor.
MEDITACION
Si recordamos lo que nos ha relatado este evangelio durante la semana,
hemos visto a Jesús siendo rechazado por los representantes oficiales de la
religión. Es que, en primer lugar, él era lo que hoy llamaríamos un simple
laico, nadie le había dado autoridad para hablar y actuar en nombre de Dios. O,
al menos, nadie de entre ellos, que se consideraban los “dueños” del judaísmo.
Además, ellos eran el único “canal” para comunicarse con el Altísimo,
así que este carpintero provinciano era para ellos un intruso y un impostor.
Esa mentalidad se había difundido entre la gente del pueblo y, de tanto
escucharla, la habían terminado creyendo: sólo a través de los sacerdotes, los
maestros de la ley y quienes pertenecían a esa casta eran los legítimos
representantes del Dios único.
Hasta la familia de Jesús lo creyó.
Ellos sabían de él desde pequeño. No era un líder, no era un profeta. ¿Qué
hace congregando tanta gente?.
Pero es su cariño el que probablemente los mueve a intentar llevárselo,
porque ponerse en contra de las autoridades era (como lo ha sido en todo
tiempo) peligroso.
Contra todo esto tuvo que imponerse el Maestro para llegar a ser quien
fue.
Que tengamos presente, Señor, que no basta querer hacer algo bueno y
bien; es necesario también ser perseverantes si creemos que es lo correcto,
porque es parte de la misión sufrir contratiempos y la dolorosa oposición de
quienes queremos. Así sea.
Aprendiendo a hacer que la Paz y el Amor que
se encuentra en el Señor se traduzcan en Alegría de vivir y compartir,
Miguel
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