9 de Marzo de 2016
Miércoles de la Cuarta Semana de Cuaresma
Lecturas:
Isaías 49, 8-15
/ Salmo 144, 8-9. 13-14.
17-18 El Señor es bondadoso y compasivo
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 5, 17-30
Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre trabaja siempre, y
yo también trabajo.» Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo,
porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su
propio Padre. Entonces Jesús tomó la palabra diciendo:
«Les aseguro que el Hijo no
puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que
hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le
muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes
queden maravillados.
Así como el Padre resucita a
los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo,
para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no
honra al Padre que lo envió.
Les aseguro que el que escucha
mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está
sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida.
Les aseguro que la hora se
acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y
los que la oigan, vivirán. Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo
ha concedido a su Hijo disponer de ella, y le dio autoridad para juzgar porque
él es el Hijo del hombre.
No se asombren: se acerca la
hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas:
los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el
mal, resucitarán para el juicio.
Nada puedo hacer por mí mismo.
Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo
busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
El Domingo recién pasado Jesús nos presentaba a su Padre: alguien que es
todo misericordia y compasión.
Hoy afirma: «lo que hace el Padre,
lo hace igualmente el Hijo».
Y a eso dedicó su vida: a hacer llegar las actitudes cercanas de Dios a
cada uno sus hermanos.
Por eso, se compadecía de los sufrimientos y buscaba hacer lo posible y
más para sanar, acoger, empatizar…
Entonces, para que siga haciéndose realidad la palabra: «¡Montañas, prorrumpan en gritos de alegría,
porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de sus pobres!» (1L), es necesario que todos sus otros hijos también busquemos parecernos a
nuestro Padre y pongamos lo que esté de nuestra parte, sumando las capacidades
de cada quien, para que la unión haga la fuerza incontrarrestable del Bien.
Que nos atrevamos a poner en uso los dones con que nos has regalado,
Señor, para poder hacer las cosas buenas que el mundo necesita. Así sea.
Descubriendo, con mucha Paz, Amor y Alegría,
que la inmensa misericordia del Padre también está en nuestros genes,
Miguel
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