PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
13 de Marzo de 2016
Quinto Domingo de Cuaresma
Lecturas:
Isaías 43, 16-21
/ Salmo 125, 1-6 ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!
/ Filipenses 3, 8-14
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 8, 1-11
Jesús fue al monte de los
Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se
sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le
trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en
medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en
flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de
mujeres. Y tú, ¿qué dices?»
Decían esto para ponerlo a
prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir
en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y
les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra.»
E, inclinándose nuevamente,
siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos
se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos.
Jesús quedó solo con la mujer,
que permanecía allí, e, incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus
acusadores? ¿Alguien te ha condenado?»
Ella le respondió: «Nadie,
Señor.»
«Yo tampoco te condeno, le
dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
¿Podríamos
nosotros decir –y sentir- como el Apóstol: «Todo
me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor» (2L). Este nos ha
hecho comprender que se ha ido cumpliendo la profecía que decía: «Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está
germinando, ¿no se dan cuenta?» (1L). Esa
novedad es el cambio de paradigma desde violar la dignidad humana en nombre de
Dios, a ser compasivos como Él (Ev). Por eso podemos
cantar: «¡Grandes cosas hizo el Señor por
nosotros y estamos rebosantes de alegría!» (Sal).
Históricamente, hay que reconocerlo y recordarlo con vergüenza, horror y dolor,
se ha atropellado la dignidad humana en nombre de Dios. Y, peor aún para nuestra humanidad, y para quienes quisieran creer, pero ya no, sigue sucediendo. Usando su Palabra Santa
se ha afirmado y se ha sustentado la esclavitud, la discriminación y hasta
masacres.
Hoy el evangelio orienta en la relación que parece más correcta entre
interpretación de las Escrituras y la prioridad que tiene el ser humano, su
vida y sus derechos para el Creador.
¿Cuál es la justificación que tienen estas personas para llevarle a Jesús
«una mujer que había sido sorprendida en
adulterio», en un acto que la humillaba públicamente?
Lo hacen porque aseguran que la Ley, su Biblia, «nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres».
Se supone que Dios entregó mandamientos de conducta, pero también otorgó
la maravillosa capacidad de razonar, la misma que sí usó el Maestro para
comprender que hay muchas normas que tienen más que ver con ideas o prejuicios
humanos que con ese Padre misericordioso que él conoce tan bien y nos ha
presentado de muchas formas, recordando la especialmente bella de la semana
pasada.
Para comenzar, la ley decía que ambos adúlteros debían ser muertos (Levítico 20,10), así que hay aquí una interpretación
discriminatoria y no una búsqueda real de obedecer la Ley de Dios.
Pues bien, usando su criterio, Jesús cree que, en una situación como
esta, el Padre no se sumaría a la multitud que recoge piedras, sino invitaría,
más bien, a mirarse el propio corazón para revisar qué mueve a llevar a cabo
ese tipo de acción: ¿justicia? ¿o hipocresía?
Justo sería si los que se escondían en el anonimato de la turba no
tuviesen pecado alguno… cosa que está clara que no es así. Ni será nunca.
¿Qué escribiría el Maestro mientras lo emplazaban? ¿los Mandamientos,
para recordárselos? ¿o sólo bastó su actitud serena para hacerlos cuestionarse
y darse cuenta de lo aberrante que era lo que estaban haciendo?
Nadie sabe. El caso es que, significativamente, «todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos»…
Aclarado lo correspondiente a los condenadores, ahora siente que debe
tener una palabra para la víctima de esta situación. Víctima, porque le
causaron este sufrimiento por ser mujer; ya que, si fuese culpable de algo, como
ya hemos dicho, faltaba uno…
Por ello, poniendo la misericordia aprendida del Padre en acción, no le
recordó su pecado, del que probablemente ya estaba muy arrepentida (sobre todo
de haberlo hecho con el cobarde que ahora estaba desaparecido, digo yo), sino
que le dirigió estas sanadoras frases: «Yo
tampoco te condeno» (pero para que tu vida sea mejor) «no peques más en adelante».
Los cristianos de hoy, ¿somos capaces de ver frente a nosotros, no una
lista de pecados, sino a personas, con su dignidad y sus debilidades que pueden
ser y son tantas como las nuestras?
Que tengamos una mirada semejante a la tuya para los demás, Señor; una
que sea compasiva, inclusiva, dignificante y humanizante. Y siempre. Así sea.
Descubriendo, con mucha Paz, Amor y Alegría,
que las actitudes misericordiosas ayudan a distinguir a los seguidores de Jesús,
Miguel
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