martes, 7 de febrero de 2017

Jesús promueve la Cultura de la Vida



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
12 de Febrero de 2017
Domingo de la Sexta Semana Durante el Año

Lecturas:
Eclesiástico 15, 15-20 / Salmo 118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34 Felices los que siguen la ley del Señor / I Corintios 2, 6-10

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    5, 20-22. 27-28. 33-34
    Jesús dijo a sus discípulos:
    «
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
    Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal”. Pero Yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal.
    Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero Yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
    Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: “No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor”. Pero Yo les digo que no juren de ningún modo.
    Cuando ustedes digan “sí”, que sea sí, y cuando digan “no”, que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
El consejo para entrar en el Reino es «Si quieres, puedes observar los mandamientos» (1L), pero de una forma «superior a la de los escribas y fariseos» (Ev), que era cumplidora por obligación, pero sin comprometer el corazón ni la voluntad. De esta otra manera descubrirás la alegría de utilizar para lo que fueron hechos los sentimientos humanos: para unir a los seres humanos. Todo esto «es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que Él preparó para nuestra gloria antes que existiera el mundo; aquella que ninguno de los dominadores de este mundo alcanzó a conocer» (2L), y eso hace que sean «Felices los que cumplen sus prescripciones» (Sal), con amor, al estilo humilde y servidor de Jesús.
Hay una larga tradición en la cultura cristiana que entiende todo el mensaje bíblico como una suma de arduas obligaciones, las que, si no se cumplen, conllevan el castigo de un Dios severo.
Debido a lo anterior, es muy difícil sentir que realmente hemos «sido llamados para vivir en libertad» (Rm 5,13) y que el Padre de Jesús quiere que los suyos «tengan Vida, y la tengan en abundancia» (Jn 10,10).
Da para preguntarse: ¿cuál sería, entonces, la Buena Noticia (que es –recordémoslo-, la traducción de la palabra Evangelio) que se supone trajo el Maestro al mundo?
Hay quienes creemos que ésta consiste en descubrir en Dios a un Padre lleno de amor por y para cada una de sus creaturas, hasta llegar a recibirlas en su seno como a hijos propios.
Y, ya que nos ama de tal manera, no sería posible que quisiera obligarnos a hacer lo que sea que nos han dicho que algunos suponen que es su voluntad, pese a estar muy lejos de ser la nuestra, porque muchas veces contradice lo más básico de nuestra naturaleza. ¿Para qué querría ese Dios torturar a sus hijos?
Tal vez sería más adecuado, desde esta perspectiva, comprender las enseñanzas del Nazareno, no como imposiciones, sino como invitaciones a entrar «en el Reino de los Cielos», que es como él llamaba a un nuevo estilo de relacionarnos entre nosotros, lleno de la alegría de convivir fraternalmente, ya que sólo amando vivimos lo que es más auténticamente humano, y, a la vez, imagen y semejanza del propio Dios, que es Amor (1 Jn 4,8). Por lo mismo, esto se contrapone claramente a la forma de actuar aprendida en nuestras sociedades injustas y donde reina la muerte, tanto que se hizo necesario un mandamiento tan obvio como el «No matarás».
La cultura de la muerte en la que estamos inmersos, nos hace ver al otro como un competidor a quien superar, un adversario a quien vencer, un desconocido de quien hay que sacar provecho…
La cultura de la vida que promueve Jesús, busca que veamos en el otro a un hermano y comprendamos que, al irritarnos con él, practicamos otra manera de matarlo en nuestro interior; que mirar lujuriosamente a quien ya tiene pareja o teniéndola uno/a mismo/a es una forma de matar el amor y el respeto por ellos; y que cualquier clase de engaño o falta a la palabra empeñada es como matar la verdad.

Es decir, que es muy posible “cumplir” los mandamientos y seguir en la perspectiva de la cultura de la muerte: haciendo lo correcto, pero sólo por temor al castigo y no por convicción.
¿Quién puede ser feliz así? Jesús sabe bien que nadie, y que tampoco será posible una sociedad sana donde reinen ese temor y esas actitudes. Por eso, su corazón misericordioso busca advertirnos para que no nos dejemos engañar –ni nos engañemos a nosotros/as mismos/as-, sino que le permitamos a nuestra conciencia juzgar correctamente lo que nos guiará por el camino de la verdad y la vida (cf Jn 14,6), es decir, aquel que conduce a la plenitud alegre y liberadora que da el relacionarnos armoniosamente entre todos, de la manera que el Dios de la Vida, con mucho cariño, ha planeado para nosotros.

Que nos atrevamos a ser tan exigentes con nosotros mismos que no permitamos nada menos que la alegría de vivir, la que sólo se encuentra en un trato fraterno y solidario entre nosotros, Señor. Así sea.

Buscando con mucha Paz, Amor y Alegría, vivir la Palabra con la libertad valiente de los hijos de Dios,
Miguel

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