martes, 31 de enero de 2017

Incendios que iluminan formas de actuar



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
5 de Febrero de 2017
Domingo de la Quinta Semana Durante el Año

Lecturas:
Isaías 58, 7-10 / Salmo 111, 4-9 Para los buenos brilla una luz en las tinieblas / I Corintios 2, 1-5

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    5, 13-16
    Jesús dijo a sus discípulos:
    «Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
    Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.
    Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.»
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Pese a que cada uno de nosotros, individualmente, es «débil, temeroso y vacilante» (2L), el Señor no deja de confiar en las capacidades con que nos ha dotado para que, comunitariamente, brille «ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo» (Ev). Concretamente: «Si compartes tu pan con el hambriento y albergas a los pobres sin techo; si cubres al que veas desnudo. Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna… tu luz se alzará en las tinieblas» (1L), porque es «dichoso el que se compadece y da prestado. Él da abundantemente a los pobres» (Sal). ¿Qué otra manera puede haber de ser más luminosos y brindar mejor sabor a la humanidad que esto?
Ante la reciente ola trágica de incendios que ha afectado a gran parte de nuestro país, partiendo por reconocer la admirable, y nunca suficientemente valorada, labor de los héroes que los combaten, se pueden ver muchas otras reacciones posibles:
Encontraremos, también, a los “fiscalizadores permanentes”, quienes tienen mucho que criticar sobre la forma, la oportunidad y los culpables de este drama.
Obvio: es más fácil hablar que hacer; y bien poco aporta quien poco ayuda…
Hay otros que sienten que están apoyando de alguna manera porque se mantienen al tanto del caudal noticioso con que se nos bombardea.
Sin embargo, el conocimiento sólo tiene sentido cuando después se realiza algo (ojalá bueno) con él…
Algunos se sentirán más activos que los anteriores en ese apoyo, porque “comparten” imágenes, condenas, opiniones y “me gusta” en las redes sociales.
Aunque esto ha traído aparejada una moda de crear falsa información o difundir aquella que proviene de fuentes irresponsables, todo lo cual puede llegar a considerarse hasta una actitud criminal, debido a las consecuencias que podría traer…
Otros, más “religiosos”, sentirán necesario invitar a hacer cadenas de oración, o “mandas”, o asistirán más al culto que los convoque;
Pero, si conocemos algo a Jesús, sabríamos que para él la oración que realmente sirve es la que impulsa a hacer algo para que se realice la voluntad de amor de Dios por sus hijos…
También existirán quienes, sabiendo que no pueden actuar directamente contra el fuego, porque no tienen la preparación ni los medios adecuados, buscarán, en cambio, ser creativos para poder poner en práctica su solidaridad.

Recordemos tantos casos que hemos podido conocer:
Un restaurant que ofrece alimentación gratuita a bomberos y brigadistas; inmigrantes que han hecho suyo el dolor y están colaborando como voluntarios; gente que dona desde las cosas más básicas hasta un avión… la compasión activa, como las llamas, también se ha esparcido. Gracias a Dios.
Pues bien, cabe preguntarse ahora: ¿quiénes han sido los que tuvieron, tienen y tendrán actitudes de “sal y luz” en toda esta situación?
Lamentablemente, no son siempre los que llevan una cruz al cuello (aunque sería más consecuente su uso de esa manera), sino, como debiese ser claro para todos –y no parece serlo tanto- lo son aquellos/as que no pueden evitar que los demás «vean sus buenas obras» y, con ello –sin que se digan creyentes, siquiera, porque es posible que muchos no lo sean-, provoquen que todos «glorifiquen al Padre que está en el cielo».

Que podamos permitir que arda en nosotros lo mejor que pusiste en nuestra humanidad, Señor: el espíritu fraterno que impulsa a servir, ser solidarios y apoyar a quien lo precise. Así sea.

Buscando con mucha Paz, Amor y Alegría, mediante el servicio a los que necesitan, brindar el buen sabor y la bella luminosidad del Evangelio,
Miguel

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