PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
4 de Junio de 2017
Domingo de Pentecostés
Lecturas:
Hechos 2, 1-11 / Salmo 103, 1. 24. 29-31. 34 Señor, envía tu Espíritu y
renueva la faz de la tierra / I Corintios 12, 3-7. 12-13
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-23
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban
con las puertas cerradas, por temor a los judíos. Entonces, llegó Jesús y
poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
La unidad: estar «todos
reunidos en el mismo lugar» (1L), es la situación
ideal que busca el Resucitado para soplar la vida nueva sobre los discípulos (Ev). Tal como dice el salmista: «si envías
tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra» (Sal), por lo que, de esa manera, quienes creen
en él, servirán a los demás con las capacidades que él les da, ya que, como
sabemos, «en cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común» (2L).
Con la fuerza y la ternura de Dios
El Espíritu Santo es el poder de Dios
Todopoderoso: «El Ángel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”» (Lc 1,35). Pero también es
su amor: «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5) y su ternura: «yo rogaré
al Padre, y él les dará otro Consolador para que esté siempre con ustedes» (Jn 14,16).
Todo lo anterior puesto a nuestra disposición
misericordiosa y gratuitamente: «El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu
para dar testimonio de que somos hijos de Dios» (Rm 8,16).
Eso celebramos este día.
Pero, ojo –siempre hay que advertirlo y
recordarlo, debido a nuestras malas costumbres individualistas-: es un regalo
para quienes trabajan con otros por realizar el Reino.
Notemos, a modo de ejemplo, que en este
relato Jesús sólo habla en plural: «Reciban el Espíritu
Santo»
¿para qué? Para ayudar a reconciliar al mundo, perdonando.
Y
en el texto que se nos presenta como primera lectura de la liturgia dominical,
el cual da fundamento a la celebración de este domingo, se nos cuenta que «Al
llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. […]
vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre
cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo» (Hch
2,1-4), acontecimiento
que se considera el inicio de la comunidad de los creyentes, la Iglesia, que es
la hermandad de quienes hemos escuchado: «Como
el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes», los mismos que, sabiendo
que «es Dios el que nos reconforta en Cristo, […]
y ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu» (2 Cor 1,21-22), intentamos, cada vez más, cada vez mejor y cada vez más
comunitariamente unidos, llevar el Reino a todos quienes lo necesitan, es
decir, a todos.
Además, como tenemos la certeza de ser
habitados por Él (1 Cor 3,16), contamos también con que «donde está el Espíritu del Señor, allí está
la libertad» (2 Cor 3,17), sumado a que «la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios
infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios
llamándolo" ¡Abbá!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino
hijo, y, por lo tanto, heredero por la gracia de Dios» (Gal 4,6-7)
Pentecostés
debiese significar entonces que, donde haya personas llenas de «amor, alegría y paz» (Gal
5,22-25), ayudando a otros, se descubra al Espíritu Santo
produciendo frutos en los hijos libres de Dios, para bien del mundo y la
humanidad.
Que permitamos que nos guíe la fuerza y la
ternura de tu Espíritu, Señor, para servir, amar, alegrar, perdonar y liberar a
nuestros hermanos, hijos todos del Padre bueno. Así sea.
Buscando con mucha Paz, Amor
y Alegría, crecer en los frutos que el Espíritu Santo va fomentando en nosotros,
Miguel
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