miércoles, 17 de mayo de 2017

Renovando con la fuerza del Espíritu



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
21 de Mayo de 2017
Domingo de la Sexta Semana de Pascua de Resurrección

Lecturas:
Hechos 8, 5-8. 14-17 / Salmo 65, 1-7. 16. 20 ¡Aclame al Señor toda la tierra! / I Pedro 3, 15-18

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    14, 15-21
Durante la última cena, Jesús dijo a sus discípulos:
«Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes.
El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.»
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Cuando el Espíritu del Señor ha actuado en la historia humana, esto es, cuando «ustedes se comportan como servidores de Cristo» (2L), «porque él permanece con ustedes y estará en ustedes» (Ev), ha ocurrido que surgen quienes aclaman: «Vengan a ver las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres» (Sal) y «fue grande la alegría de aquella ciudad» (1L) y del mundo, que logra entender cuánto le ama Dios (cf Jn 3,16).
Se acerca el fin del periodo pascual, por lo que el evangelio que se nos propone esta semana sirve para prepararnos para las dos fiestas con que finaliza este tiempo litúrgico: la Ascensión del Señor («Dentro de poco el mundo ya no me verá») y, posteriormente, Pentecostés («él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad»).
Puede ser un buen momento, por lo tanto, para preguntarnos qué ha producido la Pascua –esta que estamos aun viviendo y el propio acontecimiento de la Resurrección- en nuestra vida.
Porque el mensaje cristiano es que «nosotros les anunciamos a ustedes esta Buena Noticia: la promesa que Dios hizo a nuestros padres, fue cumplida por él en favor de sus hijos, que somos nosotros, resucitando a Jesús...» (Hch 13,32-33)
Pues bien, nos cuenta Juan que tuvo una visión del Resucitado, quien se le presentó como «el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo» (Ap 1,18), y, posteriormente, terminando aquella revelación, le señaló «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5).
Entonces, si nuestra fe se basa en que Jesús resucitó, creemos sobre esto, en primer lugar, que se nos ha prometido resucitar a nuestra vez, después del paso por esta vida, ya que «si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él» (Rom 6,8), porque él posee “la llave”, que es el poder de vencer definitivamente a la muerte.
Como consecuencia de lo anterior, quien tiene el regalo de la vida resucitada dentro de sí, puede, a su vez, como él, renovar todas las cosas, «Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras, y se revistieron del hombre nuevo» (Col 3,9-10)
Podríamos hacernos estas preguntas para evaluar el peso y significado que tiene el hecho de la resurrección, con los cambios (lo nuevo) que puede provocar en la existencia de cada cual:
¿Has logrado adquirir una mirada nueva sobre quienes te rodean para descubrir en ellos hermanos y no simples conocidos o, peor aún, competidores?
¿Has logrado una actitud nueva al respecto preocupándote e intentando además ocuparte de sus necesidades y dolores?

¿Has logrado una disposición nueva respecto a la coherencia entre lo que dices creer y lo que esta fe te inspira a hacer de tus días?
Pascua debiese ser un recordatorio para nosotros acerca de que, según sus palabras, solamente: «El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama», por lo que, si bien el mundo no vería más a Jesús, sí podría seguir sintiéndolo en las actitudes de los cristianos; y, en segundo lugar, como Él sabe muy bien lo difícil que es para nosotros realizar esta tarea, contamos con el auxilio del Espíritu Santo, y la promesa de nuestro Maestro: «comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes». Por lo que contamos con la fuerza de Dios mismo habitando en nosotros.

Que nos atrevamos a permitir manifestarte en y desde nosotros, Señor, como muestra de que la fuerza de tu resurrección cambia todas las cosas, incluidas nuestras debilidades y comodidades. Así sea.

Buscando con mucha Paz, Amor y Alegría, convertirnos a las cosas nuevas, como signo de que la Resurrección marca nuestra vida,
Miguel

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