PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
13 de Agosto de 2017
Domingo de la Décimo Novena Semana Durante el Año
Lecturas:
I Reyes 19, 9. 11-13 / Salmo 84, 9-14 Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos
tu salvación / Romanos 9, 1-5
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 14, 22-33
Después que
se sació la multitud, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y
pasaran antes que Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la multitud.
Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba
allí, solo.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy Yo; no teman».
Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua».
«Ven,» le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame». En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante Él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy Yo; no teman».
Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua».
«Ven,» le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame». En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante Él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
MEDITACION
Muchas veces nuestra vida (y/o nuestra familia, y/o nuestra comunidad)
es, como la barca, «sacudida por las olas, porque tenían viento en contra»
(Ev). En esas ocasiones, quienes creemos podríamos ver que también «en
ese momento el Señor pasaba» (1L), ya que Él «está
por encima de todo, Dios bendito eternamente» (2L), por lo que su
presencia es permanente y tenemos la certeza de que en esas y en todas las
circunstancias, «el Señor promete la paz, la paz para su pueblo y sus
amigos» (Sal), por lo que corresponde comportarnos como
sus amigos, difundiendo con alegría su paz, que va junto con su amor.
Contra el miedo
La semana recién pasada habíamos destacado el
daño que el temor nos hace, al afectar nuestra fe.
Este día, Jesús
insiste en ayudarnos a vencer los miedos, los tantos miedos que enfrentamos en
nuestra vida. Nos dice: «Tranquilícense,
soy Yo; no teman», porque el temor disminuye la fe. «Hombre de poca
fe, ¿por qué dudaste?» Y con menos fe, se es más propenso a la desesperanza. Y
sin esperanza, la vida es una miseria.
En esta meditación aprovecharemos palabras
del Papa Francisco (Fuente: fragmentos
de artículo L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 21, viernes 22
de mayo de 2015 https://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2015/documents/papa-francesco-cotidie_20150515_sin-miedo.html)
Él dice que “el miedo es una actitud que nos
hace mal, nos debilita, nos empequeñece, e incluso nos paraliza”. En tal medida
que “una persona con temor no hace nada, no sabe qué hacer: es medrosa,
miedosa, concentrada en sí misma para que no le suceda algo malo”. Por lo tanto
“el miedo lleva a un egocentrismo egoísta y paraliza”. El miedo, en efecto, “no
es una actitud cristiana”, sino “una actitud, podemos decir, de un alma encarcelada,
que no tiene libertad de mirar adelante, de crear algo, de hacer el bien”. Y,
así, quien tiene miedo continúa repitiendo: “No, está este peligro, está este
otro y ese otro”, y así sucesivamente. “¡Qué lástima, el miedo hace mal!”.
“Un cristiano miedoso es poca cosa: es una
persona que no ha entendido cuál es el mensaje de Jesús”.
Como antídoto eficaz contra esto el hermano
Francisco nos propone la palabra “alegría”. Nos recuerda el pasaje del
Evangelio de san Juan en que “el Señor habla del paso de la tristeza a la
alegría” (16, 20-23), preparando a los discípulos “para el momento de la pasión: «Vosotros
lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis
tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría»“. Jesús sugiere “el
ejemplo de la mujer en el momento del parto, que tiene muchos dolores, pero
después, tras nacer el niño, se olvida del dolor” para dejar espacio a la
alegría. «Y nadie os quitará vuestra alegría» asegura el Señor“.
Pero “la alegría cristiana —advirtió el Papa—
no es una simple diversión, no es una alegría pasajera”. Más bien, “la alegría
cristiana es un don del Espíritu Santo: es tener el corazón siempre alegre
porque el Señor ha vencido, el Señor reina, el Señor está a la derecha del Padre,
el Señor me miró a mí, me envió, me dio su gracia y me hizo hijo del Padre”. He
aquí lo que de verdad es “la alegría cristiana”.
Un cristiano, por lo tanto, “vive en la
alegría”.
Pero, se preguntó el Papa Francisco, “¿dónde
está esta alegría en los momentos más tristes, en los momentos de dolor?
Pensemos en Jesús en la Cruz, ¿tenía alegría? ¡Pues, no! En cambio, ¡sí, tenía
paz!”. En efecto, explicó el Papa, “la alegría, en el momento del dolor, de la
prueba, se convierte en paz”. En cambio, “la sola diversión en el momento del
dolor se convierte en oscuridad, se hace tiniebla”.
He aquí la razón de por qué “un cristiano sin
alegría no es cristiano; un cristiano que vive continuamente en la tristeza no
es cristiano”. A “un cristiano que pierde la paz, en el momento de las pruebas,
de las enfermedades, de tantas dificultades, le falta algo”.
El Papa Francisco invitó a “no tener miedo y
a tener alegría”, y explicó: “No tener miedo es pedir la gracia del valor, el
valor del Espíritu Santo; y tener alegría es pedir el don del Espíritu Santo,
también en los momentos más difíciles, con la paz que nos da el Señor”.
Es lo que “sucede en los cristianos, sucede
en las comunidades, en toda la Iglesia, en las parroquias,
en tantas
comunidades cristianas”. En efecto, “existen comunidades miedosas, que van
siempre a lo seguro: ‘No, no, no hagamos esto... No, no, esto no se puede, esto
no se puede’“. Hasta el punto que “parece que sobre la puerta de entrada hayan
escrito ‘prohibido’: todo está prohibido por miedo”. Así, “cuando se entra en
esa comunidad el aire está viciado, porque la comunidad está enferma: el miedo
enferma a una comunidad; la falta de valentía enferma a una comunidad”.
Pero “también una comunidad sin alegría es
una comunidad enferma, porque donde no hay alegría hay vacío”.
Por lo tanto, “cuando la Iglesia tiene miedo
y cuando la Iglesia no recibe la alegría del Espíritu Santo, la Iglesia se
enferma, las comunidades se enferman, los fieles se enferman”.
Nos toca, inspirados por el Señor y con la
fuerza de su Santo Espíritu, aprender a vencer el miedo, creciendo en la
alegría. Ojalá, no cada quien por su lado, sino comunitariamente.
Que podamos, juntos como hermanos en la fe en
el Señor de la Vida plena, hacerle frente a los temores y dificultades, con la
alegría y la paz de quienes creen y trabajan por un mundo mejor. Así sea.
Aprendiendo, con
mucha Paz, Amor y Alegría, a crecer en la fe que vence las dificultades y los temores,
Miguel
No hay comentarios:
Publicar un comentario