miércoles, 9 de agosto de 2017

Con alegría y sin miedo



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
13 de Agosto de 2017
Domingo de la Décimo Novena Semana Durante el Año

Lecturas:
I Reyes 19, 9. 11-13 / Salmo 84, 9-14 Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salvación / Romanos 9, 1-5

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo  14, 22-33
    Después que se sació la multitud, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
    La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
    Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy Yo; no teman».
    Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua».
    «Ven,» le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame». En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»
    En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante Él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios».

Palabra del Señor.

MEDITACION
Muchas veces nuestra vida (y/o nuestra familia, y/o nuestra comunidad) es, como la barca, «sacudida por las olas, porque tenían viento en contra» (Ev). En esas ocasiones, quienes creemos podríamos ver que también «en ese momento el Señor pasaba» (1L), ya que Él «está por encima de todo, Dios bendito eternamente» (2L), por lo que su presencia es permanente y tenemos la certeza de que en esas y en todas las circunstancias, «el Señor promete la paz, la paz para su pueblo y sus amigos» (Sal), por lo que corresponde comportarnos como sus amigos, difundiendo con alegría su paz, que va junto con su amor.
Contra el miedo
La semana recién pasada habíamos destacado el daño que el temor nos hace, al afectar nuestra fe.
Este día, Jesús insiste en ayudarnos a vencer los miedos, los tantos miedos que enfrentamos en nuestra vida. Nos dice: «Tranquilícense, soy Yo; no teman», porque el temor disminuye la fe. «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Y con menos fe, se es más propenso a la desesperanza. Y sin esperanza, la vida es una miseria.
En esta meditación aprovecharemos palabras del Papa Francisco (Fuente: fragmentos de artículo L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 21, viernes 22 de mayo de 2015 https://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2015/documents/papa-francesco-cotidie_20150515_sin-miedo.html)
Él dice que “el miedo es una actitud que nos hace mal, nos debilita, nos empequeñece, e incluso nos paraliza”. En tal medida que “una persona con temor no hace nada, no sabe qué hacer: es medrosa, miedosa, concentrada en sí misma para que no le suceda algo malo”. Por lo tanto “el miedo lleva a un egocentrismo egoísta y paraliza”. El miedo, en efecto, “no es una actitud cristiana”, sino “una actitud, podemos decir, de un alma encarcelada, que no tiene libertad de mirar adelante, de crear algo, de hacer el bien”. Y, así, quien tiene miedo continúa repitiendo: “No, está este peligro, está este otro y ese otro”, y así sucesivamente. “¡Qué lástima, el miedo hace mal!”.
“Un cristiano miedoso es poca cosa: es una persona que no ha entendido cuál es el mensaje de Jesús”.
Como antídoto eficaz contra esto el hermano Francisco nos propone la palabra “alegría”. Nos recuerda el pasaje del Evangelio de san Juan en que “el Señor habla del paso de la tristeza a la alegría” (16, 20-23), preparando a los discípulos “para el momento de la pasión: «Vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría»“. Jesús sugiere “el ejemplo de la mujer en el momento del parto, que tiene muchos dolores, pero después, tras nacer el niño, se olvida del dolor” para dejar espacio a la alegría. «Y nadie os quitará vuestra alegría» asegura el Señor“.
Pero “la alegría cristiana —advirtió el Papa— no es una simple diversión, no es una alegría pasajera”. Más bien, “la alegría cristiana es un don del Espíritu Santo: es tener el corazón siempre alegre porque el Señor ha vencido, el Señor reina, el Señor está a la derecha del Padre, el Señor me miró a mí, me envió, me dio su gracia y me hizo hijo del Padre”. He aquí lo que de verdad es “la alegría cristiana”.
Un cristiano, por lo tanto, “vive en la alegría”.
Pero, se preguntó el Papa Francisco, “¿dónde está esta alegría en los momentos más tristes, en los momentos de dolor? Pensemos en Jesús en la Cruz, ¿tenía alegría? ¡Pues, no! En cambio, ¡sí, tenía paz!”. En efecto, explicó el Papa, “la alegría, en el momento del dolor, de la prueba, se convierte en paz”. En cambio, “la sola diversión en el momento del dolor se convierte en oscuridad, se hace tiniebla”.
He aquí la razón de por qué “un cristiano sin alegría no es cristiano; un cristiano que vive continuamente en la tristeza no es cristiano”. A “un cristiano que pierde la paz, en el momento de las pruebas, de las enfermedades, de tantas dificultades, le falta algo”.
El Papa Francisco invitó a “no tener miedo y a tener alegría”, y explicó: “No tener miedo es pedir la gracia del valor, el valor del Espíritu Santo; y tener alegría es pedir el don del Espíritu Santo, también en los momentos más difíciles, con la paz que nos da el Señor”.
Es lo que “sucede en los cristianos, sucede en las comunidades, en toda la Iglesia, en las parroquias,
en tantas comunidades cristianas”. En efecto, “existen comunidades miedosas, que van siempre a lo seguro: ‘No, no, no hagamos esto... No, no, esto no se puede, esto no se puede’“. Hasta el punto que “parece que sobre la puerta de entrada hayan escrito ‘prohibido’: todo está prohibido por miedo”. Así, “cuando se entra en esa comunidad el aire está viciado, porque la comunidad está enferma: el miedo enferma a una comunidad; la falta de valentía enferma a una comunidad”.
Pero “también una comunidad sin alegría es una comunidad enferma, porque donde no hay alegría hay vacío”.
Por lo tanto, “cuando la Iglesia tiene miedo y cuando la Iglesia no recibe la alegría del Espíritu Santo, la Iglesia se enferma, las comunidades se enferman, los fieles se enferman”.
Nos toca, inspirados por el Señor y con la fuerza de su Santo Espíritu, aprender a vencer el miedo, creciendo en la alegría. Ojalá, no cada quien por su lado, sino comunitariamente.

Que podamos, juntos como hermanos en la fe en el Señor de la Vida plena, hacerle frente a los temores y dificultades, con la alegría y la paz de quienes creen y trabajan por un mundo mejor. Así sea.

Aprendiendo, con mucha Paz, Amor y Alegría, a crecer en la fe que vence las dificultades y los temores,
Miguel

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