miércoles, 2 de agosto de 2017

Intentar parecernos al Hijo muy querido de Dios



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
6 de Agosto de 2017
La Transfiguración del Señor

Lecturas:
Daniel 7, 9-10. 13-14 / Salmo 96, 1-2. 5-6. 9 El Señor reina, altísimo por encima de toda la tierra / II Pedro 1, 16-19

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo  17, 1-9
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo.»
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo.»
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Palabra del Señor.

MEDITACION
Jesús, nuestro Señor y Maestro, de quien intentamos ser seguidores, «recibió de Dios Padre el honor y la gloria» (2L), «su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido» (1L), en el cual «la Justicia y el Derecho son la base de su trono» (Sal). Todo esto porque, previamente, mientras pasó entre nosotros, vivió como lo haría un «Hijo muy querido» suyo (Ev): escuchando y buscando cómo hacer realidad Su Voluntad de Padre.
Transfigurándonos.
Este breve pasaje puede ayudarnos a resaltar actitudes de Jesús que nos sirven como guía en la vida de fe y también en la vida cotidiana. Si es que nos disponemos a escucharlo, como invita la voz del cielo.
En primer lugar, él no es un ermitaño.
Es que, aun aceptándose como Hijo de Dios y Mesías (Mt 16,16-17), Maestro y Señor (Jn 13,13), como era tratado, habitualmente buscaba compañía, tal como en este caso en que «tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte», para que fueran parte de su experiencia. Porque él no anda solo por ahí, más bien parece necesitar la compañía de sus amigos.
Conclusión: los cristianos solitarios e individualistas no se parecen a su inspirador.
En segundo lugar, él es alguien que mantiene contacto permanente con las Escrituras.
Como sabemos, nuestra fe lo reconoce como el Verbo, la Palabra de Dios hecha carne para habitar entre nosotros (cf. Jn 1,14). Sin embargo, sus enseñanzas y hasta la forma cómo comenzó su misión, leyendo un pasaje de Isaías en la sinagoga (cf. Lc 4,16-21), sumada al simbolismo que se usa en este texto: «se les aparecieron Moisés y Elías (una forma de llamar a las Escrituras), hablando con Jesús», indican que la Palabra Sagrada era una lámpara para sus pasos y una luz para su camino (cf. Sal 119,105)
Conclusión: los cristianos que no leen la Biblia no se parecen a su inspirador.
Como última característica, destaquemos que para él, el temor es enemigo de la fe.
Tengamos presente que, ser humano como era, él también tuvo la experiencia de la incertidumbre y el miedo. Recordemos lo que nos narran los evangelios acerca de un evento ocurrido en las horas
previas a su crucifixión: cómo en su angustia rogó para evitar pasar por aquello. Sin embargo, siempre terminó confiando en su Padre: «pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Mc 14,32ss). Por eso, en muchas ocasiones nos alienta, como esta vez, diciéndonos: «Levántense, no tengan miedo»
Conclusión: los cristianos que se dejan vencer por el temor no se parecen a su inspirador.
Entonces, entre otras, estas serían algunas de las adecuadas conversiones que debiésemos ir haciendo, para mostrarnos, cada vez más y cada vez mejor, como comunidades y personas transfiguradas, según la imagen, la sensibilidad y la esperanza de quien nos inspira: nuestro Maestro del amor y nuestro Hermano mayor en la fe.

Que nos dejemos transfigurar por la fuente de la solidaridad, que eres tú, Señor; por la fuente de la Palabra, que eres tú, Señor; por la fuente de la fe, que eres tú, Señor. Para que nos parezcamos más a lo que el Padre quiso hacer de nosotros: sus hijos muy queridos en quienes tiene puesta su predilección. Así sea.

Intentando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aprender de lo que vamos descubriendo acerca de Jesús,
Miguel

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