miércoles, 31 de enero de 2018

La alegría de servir



PREPAREMOS EL PROXIMO DÍA DEL SEÑOR
4 de Febrero de 2018
Domingo de la Quinta Semana Durante el Año

Lecturas:
Job 7, 1-4. 6-7 / Salmo 146, 1-6 Alaben al Señor, que sana a los afligidos / I Corintios 9, 16-19. 22-23

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos  1, 29-39
    Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
    Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él.
    Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
    Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando».
    Él les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido».
    Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Nosotros también podemos tener la necesidad de decirle al Señor «Todos te andan buscando» (EV). Algunos conscientemente, confiando en que «El Señor eleva a los oprimidos y humilla a los malvados hasta el polvo» (Sal) y otros tan profundo en su interior que no lo saben, pero sienten: «la noche se hace muy larga y soy presa de la inquietud hasta la aurora» (1L). Su respuesta, la que necesitan, es que más cristianos puedan decir, como el Apóstol: «Me hice todo para todos» (2L) y, sirviendo de esa manera, acercarles el Reino, que es lo que Jesús espera de nosotros, para seguir llegando hasta los necesitados, hoy como en su tiempo.
Mientras más grandes, más servidores
Nuestra poetisa Gabriela Mistral, con la belleza de la que era capaz, escribió que
“Toda la Naturaleza es un anhelo de servir”,
agregando después:
“El servir no sólo es tarea de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamársele así: El que sirve”
Podríamos decir, por nuestra parte, que ella entendió muy bien la naturaleza de nuestro Padre Dios.
En otras palabras, comprendió el mensaje de su Hijo, cuando estuvo entre nosotros: «el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mt 20,27-28)
El mismo que, en el momento más solemne que compartió con sus amigos, en la Última Cena, «sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin […] se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? […] Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.» (Jn 13,1.4-5.12.14-15).
Reforzando su mensaje de esta forma: «yo estoy entre ustedes como el que sirve» (Lc 22,27)
Todo esto, debido a que, según afirmó: «Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre» (Jn 5,19).
¿Qué hace el Padre Dios? Él es Quien lo hace todo bien y bueno (cf. Gn 1,31).
En palabras de nuestra Premio Nobel: “Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco”. Es decir, toda la Creación fue puesta, por su amor, para servirnos.
Y el Maestro, por su parte, quien reconocía en todo la mano servidora de Dios, le imitaba poniéndose al servicio de sus creaturas, especialmente, los hombres y mujeres de su tiempo.
Eso enseñó y así aprendieron sus primeros seguidores.
En el evangelio de este día, por ejemplo, vemos cómo la reacción de la suegra de Pedro, tras ser bendecida con la sanación, es: «se puso a servirlos».
Y el Nazareno mismo -predicando con el ejemplo, como siempre- dedicó toda la tarde a aliviar a los enfermos, para después, ya al amanecer, proseguir su tarea, sin dejarse amarrar a un solo lugar, de tal manera de poder llevar su prédica hecha acción a todos los lugares posibles, a todos los que necesitaran su espíritu de servicio, «porque para eso he salido».
Tal parece que no es posible ser cristiano sin servir, ya que, quien no sirve no ha entendido el centro del mensaje de su Maestro.
Una vez más tomamos palabras del poema “el placer de servir”, de la chilena Mistral, del cual nos hemos estado sirviendo:
“Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú:
donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú;
donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú.
Sé el que apartó la piedra del camino,
el odio de los corazones y las dificultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y la de ser justo;
pero hay la hermosa, la inmensa alegría de servir”
Luego, ella imagina la actitud del Padre Dios, ante quienes nos decimos sus hijos:
“tiene sus ojos en nuestras manos y nos pregunta cada día:
¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?”
Y tú, ¿has tenido hoy la inmensa alegría de serle útil a alguien? O, ¿tal vez, permitiste que tu comodidad o tu individualismo dejaran pasar esa posibilidad?

Que podamos contagiarnos de la inmensa alegría de servir que tenías cuando caminaste nuestra Tierra, Señor, para que no nos sea tan difícil salir de nuestro egoísmo y servir a quienes nos necesiten. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, servir al Señor, en sus hermanos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, como nos enseñó Él mismo,
Miguel

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