PREPAREMOS
EL PROXIMO DÍA DEL SEÑOR
22 de Abril de 2018
Domingo de la Cuarta Semana de Pascua
Lecturas
de la Misa:
Hechos 4, 8-12 / Salmo 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29 Den gracias al Señor, porque es bueno, porque
es eterno su amor
/ I Juan 3, 1-2
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
10, 11-18
Jesús dijo:
«Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.
El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre.»
«Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.
El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre.»
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Desde la perspectiva pascual, nos hacen más sentido estas frases del
evangelio: «El buen Pastor da su vida por las ovejas. El Padre me ama porque yo
doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo.
Tengo el poder de darla y de recobrarla». «Porque no existe bajo el cielo otro
Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos», argumentará Pedro en
la primera lectura. «Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros
ojos», se admira el salmista. El resultado y consecuencia de todo esto lo
exclama Juan en la segunda lectura: «¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que
nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente».
Ser rebaños del Señor y pastores de quienes
nos corresponda.
La del pastor era una imagen muy querida para
la tradición popular y religiosa en la que se crio Jesús.
Desde Abel, hijo de Adán, hasta el gran rey
David, pasando por Abraham y Moisés, muchos personajes significativos de su
historia -y de nuestra Biblia- ejercieron ese oficio.
De hecho, recordemos que, significativamente,
a los primeros que se les notifica el nacimiento del Hijo de Dios, es,
precisamente, a los pastores (Lc
2,8-20).
Brevemente, la labor de los pastores de aquel
tiempo y lugar, era la siguiente: en primavera, sacar al rebaño del redil todos
los días y llevarlo a comer el pasto que crecía en los alrededores del pueblo. Al
mediodía, llevarlas a beber a los charcos de agua fresca, y si estos se
secaban, las conducía a un pozo donde les sacaba agua.
Tras la cosecha, llevaba a sus ovejas a comer
los brotes nuevos y los granos que habían quedado en los campos. Con la llegada
del calor del verano, buscaba pastos en terrenos más elevados y frescos. Podía
pasarse días trabajando y durmiendo al aire libre. Y, por las noches, vigilaba
los rediles a campo libre. Algunas noches reunía a sus animales en una cueva
para protegerlos de los chacales y las hienas. Si el aullido de una hiena
espantaba al rebaño, la tranquilizadora voz del pastor lo calmaba.
Es decir, la relación pastor/rebaño era muy
cercana y protectora. Por eso es significativo que Israel, en sus escritos,
identifique a Dios con un Pastor, siendo ellos, a la vez, su rebaño (Sal 95,7; Ez 34,31, etc.)
Otro antecedente importante que obtenemos de
la Biblia lo encontramos cuando, antes de la desigual pelea contra Goliat, para
explicar por qué se atrevería a luchar contra el gigante, pese a ser casi un
niño, ante el rey, «David dijo a Saúl: “Tu servidor apacienta el rebaño de su
padre, y siempre que viene un león o un oso y se lleva una oveja del rebaño, yo
lo persigo, lo golpeo y se la arranco de la boca; y si él me ataca, yo lo
agarro por la quijada y lo mato a golpes» (1 Sm 17,34-35). Esto, porque, se comprende que, tal como dice Jesús: «El
buen Pastor da su vida por las ovejas», mientras que el otro, «cuando ve
venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como
es asalariado, no se preocupa por las ovejas».
De hecho, para que
replicara eso, fue que Dios «eligió a David, su servidor, sacándolo de entre
los rebaños de ovejas. Cuando iba detrás de las ovejas, lo llamó para que fuera
pastor de Jacob, su pueblo, y de Israel, su herencia; él los apacentó con
integridad de corazón y los guió con la destreza de su mano» (Sal 78,70-72).
Así, sería un rey a
la manera del Rey del Cielo, como canta bellamente el salmo 23 «El Señor es mi
pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me
conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas…» (cf. Sal 80,2; 28,9)
A esas imágenes busca asemejarse la misión de
Jesús entre nosotros, antes y después de su resurrección. Por ello, todo lo
anteriormente reseñado está implícito en esta declaración de nuestro Maestro: «Yo
soy el buen Pastor».
Nosotros, si
queremos, podemos ser su Rebaño, porque a él pertenecen aquellos que -ya
saliendo de la metáfora- se asemejen a Él, mostrando que han oído su voz: «Así
como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros» (Jn
13,34). O, volviendo a la comparación, quienes sean buenos pastores de
aquellos que la vida –o el Señor- les ponga a su cuidado: hijos, amigos,
alumnos, subordinados… y, sobre todo, los muchos necesitados de todo tipo, para
los que hay que dar la vida (o una parte, la que seamos capaces de dar) por
ellos, porque el Buen Pastor es nuestro Maestro y, por lo tanto, nuestro modelo
de vida.
Que crezca en nosotros el interés y la fuerza
para intentar, primero, ser rebaño fiel tuyo, Señor, para después, en consecuencia,
asemejarnos a ti, cada vez más y cada vez mejor, en tu entrega generosa a los
demás. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, mostrar al
Cristo Vivo en nuestras palabras y acciones de cada día,
Miguel
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