PREPAREMOS
EL PROXIMO DÍA DEL SEÑOR
29 de Abril de 2018
Domingo de la Quinta Semana de Pascua
Lecturas
de la Misa:
Hechos 9, 26-31 / Salmo 21, 26-28. 30-32 Te alabaré, Señor, en la gran
asamblea
/ I Juan 3, 18-24
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
15, 1-8
Durante
la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Las Escrituras destacan como hecho relevante en la historia que «El
Señor reveló su justicia a los ojos de las naciones» (Sal) y luego, como
consecuencia de eso, que «todo el que lo teme y practica la justicia es
agradable a Él» (1L). Pero el Señor Jesús le da un sentido más profundo a esta
situación: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. […] Este
es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» (Ev),
para que esto sea una manifestación concreta de que somos hijos de su Padre, ya
que sólo «el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios» (2L).
No al dios “privado”.
En toda confesión religiosa –bueno, en
realidad en toda institución humana- hay “llaneros solitarios”, como se le
llama a quienes emprenden iniciativas sin tomar en cuenta a los demás.
Pero es muy difícil comprender en qué creen
(o en quién) esos cristianos tan individualistas que uno conoce.
Esto, debido a que, si vamos al origen, “cristiano”
significa seguidor de Cristo; y seguir a alguien implica tenerlo como modelo y
guía, por lo que, quien se llame así debiese mirar a Jesús y tratar de
asemejarse lo más que le sea posible a su ejemplo… de lo contrario, estaría
tomando su nombre en vano …
Considera el Papa, basado en una reflexión
que ha hecho el cristianismo durante toda su historia, que “nadie se salva
solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja
trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana” (de su última exhortación pastoral Gaudete et
Exsultate N°6).
Claro, porque, en primer lugar, Dios decidió
intervenir en la historia, no a la manera de los “héroes” solitarios de
Hollywood (lo que no le costaba nada), sino por el camino difícil: comenzando
por formarse un pueblo, para lo cual se comunicó con el anónimo Abraham, invitándolo
a trasladarse al lugar donde comenzaría esta aventura; posteriormente, para
liberar a ese pueblo de una esclavitud denigrante a la que había sido sometido,
escoge a Moisés, para que, en su nombre, lo guiase a la libertad. Y, después, ya
con el objetivo logrado, les invitó –una vez más, no a algunos, sino a todos- a
realizar un compromiso mutuo mediante el cual, Él sería su Dios y ellos su
pueblo (Ex 6,7; cf. Ex 24).
Es decir, como vemos en estos ejemplos de
muchos otros que se podrían citar, el plan de amor de Dios: liberar a la
humanidad de los dolores que le provocan las fuerzas del egoísmo y la
indiferencia hacia los demás, enseñándole su infinita misericordia, nunca fue
para individuos, sino para comunidades.
Pues bien, posteriormente, cuando se cumplió
el tiempo (Gal 4,4), el Hijo de Dios comenzó su revolución de la ternura, la cual era necesaria
porque aquel pueblo elegido –y, sin ese contacto preferente, también el resto
de los seres humanos- había ido rigidizándose, dejando de tratarse como
hermanos, y, además, creyendo que la forma de relacionarse con Dios era a
través de prácticas religiosas en las cuales no involucraban el corazón.
Para revertir esta situación lamentable y sus
consecuencias inhumanas y deshumanizantes, Jesús, como había visto hacer a su
Padre (Jn 5,19), comenzó formando comunidad, los Doce, pero también un gran grupo con
quienes recorría los pueblos, enseñando el estilo de Dios (Lc 10,1-11).
De ahí, que Jesús utilice la comparación de los
sarmientos que dependen de la vid, para que recordemos que no es posible a las
ramas dar frutos si no están unidas a la parra; y, además, que todas deben estar
unidas entre sí por medio de la vid, el que es para nosotros, como se
identificó aquí, el mismo Señor.
Pero, además, lo hace con una bella promesa
incluida: «Permanezcan en mí, como yo
permanezco en ustedes». Por eso creemos
que Él está en medio nuestro, de todos -él dice: “ustedes”-, no de cada uno
personalmente.
Como sabemos estos seguidores del Nazareno,
después de que Él volviese a la casa del Padre (Jn 16,28; cf. Jn 14,2), se pusieron a disposición del Espíritu de Dios para replicar los
pasos compasivos de su Maestro, de manera tan convincente que, veinte siglos
más adelante, aún hay muchos entre nosotros intentando caminar comunitariamente
por esa misma senda.
Ellos fueron -y son- fieles a las enseñanzas
de Cristo, por lo que llevaron coherentemente el nombre de cristianos: dieron
fruto abundante como corresponde a sus discípulos.
¿Habría que revisar algo en nuestra forma de
vivir la fe al respecto?
Que podamos resistir las fuertes corrientes
individualistas que azotan a nuestra sociedad, Señor, relacionándonos entre
nosotros con más cariño y con más empatía, de la manera que aprendimos de ti.
Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, mostrar al
Cristo Vivo en nuestras palabras y acciones de cada día,
Miguel
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