miércoles, 25 de abril de 2018

Una fe comunitaria (o no es la fe de Jesús)


PREPAREMOS EL PROXIMO DÍA DEL SEÑOR
29 de Abril de 2018
Domingo de la Quinta Semana de Pascua

Lecturas de la Misa:
Hechos 9, 26-31 / Salmo 21, 26-28. 30-32 Te alabaré, Señor, en la gran asamblea / I Juan 3, 18-24

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan  15, 1-8
Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Las Escrituras destacan como hecho relevante en la historia que «El Señor reveló su justicia a los ojos de las naciones» (Sal) y luego, como consecuencia de eso, que «todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a Él» (1L). Pero el Señor Jesús le da un sentido más profundo a esta situación: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. […] Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» (Ev), para que esto sea una manifestación concreta de que somos hijos de su Padre, ya que sólo «el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios» (2L).
No al dios “privado”.
En toda confesión religiosa –bueno, en realidad en toda institución humana- hay “llaneros solitarios”, como se le llama a quienes emprenden iniciativas sin tomar en cuenta a los demás.
Pero es muy difícil comprender en qué creen (o en quién) esos cristianos tan individualistas que uno conoce.
Esto, debido a que, si vamos al origen, “cristiano” significa seguidor de Cristo; y seguir a alguien implica tenerlo como modelo y guía, por lo que, quien se llame así debiese mirar a Jesús y tratar de asemejarse lo más que le sea posible a su ejemplo… de lo contrario, estaría tomando su nombre en vano …
Considera el Papa, basado en una reflexión que ha hecho el cristianismo durante toda su historia, que “nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana” (de su última exhortación pastoral Gaudete et Exsultate N°6).
Claro, porque, en primer lugar, Dios decidió intervenir en la historia, no a la manera de los “héroes” solitarios de Hollywood (lo que no le costaba nada), sino por el camino difícil: comenzando por formarse un pueblo, para lo cual se comunicó con el anónimo Abraham, invitándolo a trasladarse al lugar donde comenzaría esta aventura; posteriormente, para liberar a ese pueblo de una esclavitud denigrante a la que había sido sometido, escoge a Moisés, para que, en su nombre, lo guiase a la libertad. Y, después, ya con el objetivo logrado, les invitó –una vez más, no a algunos, sino a todos- a realizar un compromiso mutuo mediante el cual, Él sería su Dios y ellos su pueblo (Ex 6,7; cf. Ex 24).
Es decir, como vemos en estos ejemplos de muchos otros que se podrían citar, el plan de amor de Dios: liberar a la humanidad de los dolores que le provocan las fuerzas del egoísmo y la indiferencia hacia los demás, enseñándole su infinita misericordia, nunca fue para individuos, sino para comunidades.
Pues bien, posteriormente, cuando se cumplió el tiempo (Gal 4,4), el Hijo de Dios comenzó su revolución de la ternura, la cual era necesaria porque aquel pueblo elegido –y, sin ese contacto preferente, también el resto de los seres humanos- había ido rigidizándose, dejando de tratarse como hermanos, y, además, creyendo que la forma de relacionarse con Dios era a través de prácticas religiosas en las cuales no involucraban el corazón.
Para revertir esta situación lamentable y sus consecuencias inhumanas y deshumanizantes, Jesús, como había visto hacer a su Padre (Jn 5,19), comenzó formando comunidad, los Doce, pero también un gran grupo con quienes recorría los pueblos, enseñando el estilo de Dios (Lc 10,1-11).

De ahí, que Jesús utilice la comparación de los sarmientos que dependen de la vid, para que recordemos que no es posible a las ramas dar frutos si no están unidas a la parra; y, además, que todas deben estar unidas entre sí por medio de la vid, el que es para nosotros, como se identificó aquí, el mismo Señor.
Pero, además, lo hace con una bella promesa incluida: «Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes». Por eso creemos que Él está en medio nuestro, de todos -él dice: “ustedes”-, no de cada uno personalmente.
Como sabemos estos seguidores del Nazareno, después de que Él volviese a la casa del Padre (Jn 16,28; cf. Jn 14,2), se pusieron a disposición del Espíritu de Dios para replicar los pasos compasivos de su Maestro, de manera tan convincente que, veinte siglos más adelante, aún hay muchos entre nosotros intentando caminar comunitariamente por esa misma senda.
Ellos fueron -y son- fieles a las enseñanzas de Cristo, por lo que llevaron coherentemente el nombre de cristianos: dieron fruto abundante como corresponde a sus discípulos.
¿Habría que revisar algo en nuestra forma de vivir la fe al respecto?

Que podamos resistir las fuertes corrientes individualistas que azotan a nuestra sociedad, Señor, relacionándonos entre nosotros con más cariño y con más empatía, de la manera que aprendimos de ti. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, mostrar al Cristo Vivo en nuestras palabras y acciones de cada día,
Miguel

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