miércoles, 2 de mayo de 2018

Estamos en el mundo para servir por amor


PREPAREMOS EL PROXIMO DÍA DEL SEÑOR
6 de Mayo de 2018
Domingo de la Sexta Semana de Pascua

Lecturas de la Misa:
Hechos 10, 25-26. 34-36. 44-48 / Salmo 97, 1-4 El Señor reveló su victoria a las naciones / I Juan 4, 7-10

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan  15, 9-17
Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:
«Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Las Escrituras destacan como hecho relevante en la historia que «El Señor reveló su justicia a los ojos de las naciones» (Sal) y luego, como consecuencia de eso, que «todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a Él» (1L). Pero el Señor Jesús le da un sentido más profundo a esta situación: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. […] Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» (Ev), para que esto sea una manifestación concreta de que somos hijos de su Padre, ya que sólo «el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios» (2L).
A respetar sus últimas palabras.
En nuestra cultura, tal vez debido a que sucede en un momento tan definitivo, según nuestra percepción, como es la muerte, atesoramos y le damos mucha relevancia a las últimas palabras de alguien. Más aún si es un ser querido.
Hoy les invitamos a notar cómo comienza el evangelio que nos presenta la liturgia para el próximo Domingo: «Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos…». Eso nos ubica en el momento.
Y después destaquemos el final: «Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros»
Entonces, podríamos decir que son las últimas palabras; el resumen de su testamento espiritual y, sin ninguna duda, aquella frase su mandamiento final y fundamental.
Pero, tan importante como lo es para los sobrevivientes, ese “último mensaje” lo es –y con mayor razón- para quien sabe que está viviendo sus últimos momentos, ya que buscará completar su legado con la culminación de su pensamiento.
Entonces, para captar el sentido de estas, hagamos el ejercicio de poner en su contexto este mandamiento tan importante, siguiendo el relato, según Juan, de este último encuentro con sus discípulos, previo a su pasión.
Recordemos que éste comenzó con él mismo lavándoles los pies, como lo hacían los sirvientes, indicándoles que, él, reconociéndose su Maestro y Señor, lo hacía para que sus discípulos comprendiesen que un signo de que se es seguidor suyo se mostrará en la actitud de servicio de unos por otros.
Después, siempre «sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre» (13,1) y con la mirada puesta en que «mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto», les enseña que lo vivido por él y lo que lo hacía sentirse pleno, por lo tanto feliz, era realizar lo que iba comprendiendo que era la voluntad de Dios, aunque esto conllevase momentos duros como la traición o la negación de sus propios amigos, y hasta la propia muerte, convencido como estaba de que «No hay amor más grande que dar la vida por los amigos»
Señalando, además: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor»

En fin, las palabras de Jesús, en estos capítulos, insisten en la necesidad de experimentar el amor generoso, expresado en la disposición de ser útil a los demás, como para que quede muy claro que el cristiano y la cristiana están en el mundo para servir por amor.
Sus últimas palabras –sus últimos deseos, podríamos concluir- son extremadamente precisos en que: «No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero».
Eso quiere decir que el templo al que uno asista, el culto en el cual se participe, las devociones o prácticas que se sigan, sólo tienen sentido si alimentan o manifiestan lo anterior… de lo contrario, se puede perder el auténtico contenido cristiano: dar frutos de amor y servicio, se usen o no todos los distintivos que suelen utilizar los que dicen confesar a Jesús como su Maestro y Señor.

Que podamos ser auténticos seguidores de quien no vino a ser servido, sino a servir: Tú, Señor, buscando gastar la vida alentando, ayudando, compartiendo, y todo lo que necesiten quienes tengan necesidad. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, mostrar al Cristo Vivo en nuestras palabras y acciones de cada día,
Miguel

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