miércoles, 5 de diciembre de 2018

Sólo si la fe se hace vida, sirve para la vida


PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
9 de Diciembre de 2018
Domingo de la Segunda Semana de Adviento

Lecturas de la Misa:
Baruc 5, 1-9 / Salmo 125, 1-6 ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros! / Filipenses 1, 4-11

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     3, 1-6
El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías:
«Una voz grita en desierto:
Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados,
las montañas y las colinas serán aplanadas.
Serán enderezados los senderos sinuosos
y nivelados los caminos desparejos.
Entonces, todos los hombres
verán la Salvación de Dios».
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Nuestra esperanza está puesta en que un día «todos los hombres verán la Salvación de Dios» (Ev), «llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos» (1L). Y esto se manifestará cuando, en este mundo de injusticias egoístas, los cristianos vivamos «llenos del fruto de justicia que proviene de Jesucristo» (2L), provocando, de esta manera, que hombres y mujeres puedan cantar: «nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones» (Sal).
Una persona coherente.
El Evangelio, pese a lo que los cristianos nos esforzamos en hacer creer, no es un mensaje etéreo, meramente “espiritual”, en el peor sentido de la palabra: contrario a lo terreno, a lo humano; nada más lejos de la verdad.
El texto que se nos ofrece esta semana, por ejemplo, nos recuerda que esta historia tiene lugar en coordenadas temporales precisas: nos aclara quiénes eran el emperador, el gobernador, los tetrarcas y los pontífices cuando ocurren estos hechos.
Pero esos datos relevantes no son los más importantes (o al menos, no desde la perspectiva evangélica, donde no se destacan tanto los “grandes” personajes), sino que lo es la presentación de un pequeño profeta, llamado «Juan, hijo de Zacarías», al que conoceremos también como el Bautista, porque es a él –no a los poderosos mencionados- a quien «Dios dirigió su palabra». Eso es lo que señala su importancia para nuestra historia.
Ahora, hay que comprender que, si Dios le dirige la palabra a alguien, no será para que se la guarde en lo íntimo del corazón, sino para que proclame Su mensaje, el cual es –en este periodo de Adviento-; fue –en el tiempo histórico del que ya sabemos- y será –por los siglos que vivamos en este planeta- un mensaje lleno de esperanza: «todos los hombres verán la Salvación de Dios».
Los literalistas (aquellos que creen que hay que seguir al pie de la letra la Biblia) pueden entender de este evangelio que hay que irse a gritar al desierto lo que hay que anunciar.
Pero habemos quienes intentamos hacer carne el Reino de Dios en la historia que nos toca vivir.
Esto, porque a Quien decimos seguir, que es el Profeta de ese Reino –cuyo nacimiento/ingreso a la historia de nuestra humanidad celebraremos pronto-, es Dios hecho carne, materialidad, efecto físico, en un tiempo, un pueblo y una cultura, para transformarla.
Entendemos, de esta manera, que nosotros también hemos sido llamados –que Dios “nos ha dirigido la palabra” de múltiples maneras- para aportar a que, en nuestro mundo desesperanzado, violento e injusto, anunciemos la esperanza de salvación/liberación.
Comprendemos, así, que el Evangelio sólo puede ser Buena Noticia (que es una traducción de esta palabra griega) si cambia para bien la vida de los hombres y mujeres de nuestro mundo. Pero, para poder cambiarla debe tener que ver con… la vida, precisamente.

Si, como muchos cristianos, Juan se hubiese limitado a guardarse el mensaje recibido para sentirse bien espiritualmente o a repetirlo planamente, en vez de aplicarlo (o encarnarlo) en las vidas de los demás, nadie lo recordaría. Hoy, sin embargo, es un gran protagonista del periodo de Adviento. Porque él sintió que Dios quería que su pueblo se convirtiese, entonces, lo anunciaba y hacía un gesto concreto con el bautismo (lavado); o si veía que había alguien, aun el mismo rey, que iba en contra de esta conversión al Señor, él se lo hacía ver, aunque le costara la muerte, como le ocurrió efectivamente (Mt 14,3-11).
Juan se nos propone en Adviento, tiempo de espera, para que nos sirva como modelo acerca, precisamente, de cómo se espera de manera más adecuada la llegada del Señor a nuestra vida. Ojalá nos inspirásemos más en él.

Que logremos recordar siempre que la fe sólo tiene sentido si se hace efectiva en vida, acción, solidaridad, fraternidad, servicio, todo lo que concretamente nos has invitado a hacer, Señor. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, hacer realidad concreta nuestra fe,
Miguel

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