miércoles, 27 de septiembre de 2023

Más importante es hacer que decir

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

1 de Octubre de 2023                                               

Domingo de la Vigésimo Sexta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Ezequiel 18, 24-28 / Salmo 24, 4-9 Acuérdate, Señor, de tu compasión / Filipenses 2, 1-11

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     21, 28-32


    Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
    «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero no fue.
    ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»
    «El primero», le respondieron.
    Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Afirma el Maestro, escandalosamente, que «los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios» (Ev). Eso se debe a que «el Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados» (Sal), y los invita (y nos invita) a que «Vivan con los mismos sentimientos que hay en Cristo Jesús. Él, que era de condición divina […] se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor» (2L), porque de esa manera quien «ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido […] seguramente vivirá» (1L), yendo más allá de prejuicios y sin que primen creencias o estilos de vida.

A la fila, detrás de publicanos y prostitutas…

Llega a ser divertido imaginar que Jesús disfrutaba de crear imágenes para provocar especialmente a quienes, en su tiempo (pero sigue sirviendo después, hasta hoy), se sentían muy seguros, muy cómodos, viéndose a sí mismos como buenos religiosos.

Y no se andaba con chicas, porque se atrevía a hacerlo hasta con las principales autoridades de su Nación, como eran «los sumos sacerdotes y […] los ancianos del pueblo».

No olvidemos que en otro momento expresa este tremendo elogio: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe» (Mt 8,10), hablando, ni más ni menos, de un soldado del ejército de un imperio que tenía sometida a su patria.

Y tenemos también el «Mujer, ¡qué grande es tu fe!» (Mt 15,28) dicho a una persona que él no se sentía enviado a servir, ya que no era de «las ovejas perdidas del pueblo de Israel» (Mt 15,24). Pero, además, estaba tres veces lejos de lo que los buenos religiosos consideraban correcto: era mujer, extranjera (considerados al nivel de los perros) y pagana.

Y este día tenemos esta frase que probablemente sintieron muy insultante aquellos estrictos seguidores de los mandamientos del Altísimo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios».

Como sabemos, en todos los tiempos las prostitutas han sido consideradas de lo peor que puede haber y los publicanos eran la peor profesión que había en su pueblo y en su tiempo: cobraban impuestos (abusando del cargo) en nombre de los opresores.

Entonces, él, como buen pedagogo que era, quería remecer a sus oyentes con aquella comparación, para intentar que reflexionasen (y ojalá la corrigiesen) acerca de la forma cómo llevaban a la práctica su fe, tan distinta a cómo percibía él que era lo adecuado.

Porque, mientras él servía y ayudaba a los demás silenciosa y abnegadamente, veía que los “buenos religiosos” cumplían buscando llamar la atención de los demás: «cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan» (Mt 6,16);

Mientras él era muy coherente en la relación entre sus enseñanzas y sus obras, veía que en los “buenos religiosos” había hasta peligrosa incoherencia: «Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces» (Mt 7,15);

Mientras él vivía y daba vida a las leyes del Señor (Mt 19,17), veía que los “buenos religiosos” hacían cosas como estas: «Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre […] Pero ustedes afirman: El que diga a su padre o a su madre: "He ofrecido al Templo los bienes que tenía para ayudarte", está libre de los deberes hacia ellos. Así ustedes, en nombre de su tradición, han anulado la Palabra de Dios» (Mt 15,4-6).

Tal vez lo que más entristecía al Maestro al respecto era que las personas sencillas repetían estas prácticas, porque así se lo enseñaban quienes se suponía eran los encargados de instruir correctamente sobre lo que quería Dios de ellos (Mt 23,2-3).

Él tenía claro que la fidelidad con la que hacía carne la voluntad de Dios era iluminadora (Jn 8,12), pero también que «la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron» (Jn 1,5), ya que, «si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas» (Mt 6,23). Por eso, en su afán por curar siempre, quería sanar esa triste ceguera.

Nosotros sabemos que no le fue tan bien con esto. La pregunta es ¿le va mejor con nosotros, sus


discípulos de siglos después, que decimos que creemos en él y, por lo tanto, creerle a él? O ¿nos parecemos a aquel que dijo «"Voy, Señor", pero no fue»?

(De paso, en esta enseñanza nos hace notar que puede haber quienes no sean creyentes, no acepten sus mandatos [«respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue»] y éstos finalmente, aunque no lo sepan, no tengan la intención y no sean “de los nuestros” formalmente, son los que, cumplen la voluntad de bien que inspira el Padre. Y eso es lo que importa).

En otras palabras, sería bueno preguntarnos: ¿nos hemos arrepentido y hecho nuestro «el camino de la justicia» tal como lo predicó Juan y, luego, desarrolló, enseñó, hizo carne y al que se entregó por completo nuestro Maestro y Señor? Ese camino al que él gustó de llamar el «Reino de Dios»

 

Señor, haznos más fieles en el amor que has puesto generosamente en nuestro corazón, de tal manera que sepamos oír tu envío a llevarlo a todo hermano y hermana que lo necesite, es decir, a todos, dándolo gratuitamente, porque gratuita y misericordiosamente de Ti primero lo recibimos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, crecer en coherencia de fe, de tal manera que, cada vez más y cada vez mejor, cuando digamos sí al Señor, efectivamente tratemos de hacer su voluntad,

Miguel.

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