miércoles, 15 de noviembre de 2023

Por el bien común

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

19 de Noviembre de 2023                                        

Domingo de la Trigésima Tercera Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31 / Salmo 127, 1-5 ¡Felices quien ama al Señor! / Tesalonicenses 5, 1-6

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     25, 14-30


    Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
    El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió.
    En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.
    Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. «Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor».
    Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: «Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor».
    Llegó luego el que había recibido un solo talento. «Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!» Pero el señor le respondió: «Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes»

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Según lo que cree nuestra fe, el Señor se ha ido de viaje, no sabemos por cuánto tiempo, y que, en espera de su regreso, te «confió sus bienes» (Ev). A eso se responde utilizándolos para ser quien «Abre su mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente» (1L), de manera tal que se pueda decir de la comunidad de creyentes, los seguidores de Jesús: «todos ustedes son hijos de la luz» (2L), porque se demuestra que hemos comprendido que así se entra en su gozo, ya que es «Feliz quien ama al Señor» (Sal), amando sus iluminadores caminos e inspiraciones.

Es decir, para construir el Reino del Dios Bueno.

Siguiendo la información de los que saben, para entender qué era un talento en tiempos de Jesús hay que saber que los metales (principalmente el oro, la plata, y el bronce) fueron usados como medios para el intercambio comercial, pero no por medio de monedas sino por su peso, entonces nos sirve imaginar esas balanzas que se suele dibujar con un platillo a cada lado. Al contenido de uno de esos platos se le llamaba talento. Y lo que cabía ahí en plata era el equivalente a unos 6.000 denarios. Si tomamos en cuenta que un denario es el valor que se pagaba por un día de trabajo de un jornalero (Mt 20,2), estamos hablando de más de 15 años de salario, en un caso una vez, otro 5 y otro 10. Es muchísimo dinero.

Pero andaríamos muy perdidos si creemos que Jesús está destacando a los que hacen multiplicarse los bienes económicos. Y ha habido unos cuantos interesados en promover esa visión a lo largo de la historia. Sus razones (y sobre todo intereses) tendrían…

Muy en sentido contrario van sus enseñanzas, si recordamos, por ejemplo, que a un joven rico que quería conseguir (¿comprar?) la vida eterna, le invita «vende todo lo que tienes y dalo a los pobres» (Mt 19,21, instrucción semejante a la de Lc 12,33).

Incluso, pone esto en oposición al mismo Padre: «No se puede servir a Dios y al Dinero» (Mt 6,24). Claro, la respuesta fácil de quienes buscarán algún desvío a esta enseñanza es que al dinero no se lo sirve. Pero, no es lo que parece cuando se ve lo que se sacrifica por tener cada vez más…

En la parábola del sembrador lo presenta como un grave obstáculo: «El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto» (Mt 13,22).

Despejado eso, ¿qué representarán realmente los talentos, entonces? ¿qué sería eso tan valioso que este señor -que representa al Señor, el Rey de ese reino tan importante para Jesús- les confía de lo suyo a sus servidores? Ud. elija.

A nosotros nos hace mucho sentido para iluminar esta respuesta las enseñanzas de Pablo: «El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar […]. A este se le da el don de curar […]; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; […] a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas» (1 Cor 12,8-10), ya que, como todos sabemos, cada quien tiene diferentes capacidades, ingenio y habilidades (es decir, lo que en el lenguaje común se llama “talentos”), y esto para los creyentes en el Maestro es porque «En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común» (1 Cor 12,7).


Es decir, si estamos de acuerdo en esto, los talentos de la parábola son aquello que cada uno tiene y puede (o debe, si creemos en y le creemos a Jesús) poner al servicio de los demás. Así se los trabaja y multiplica, se los hace dar frutos.

Al que escondió el talento, en tanto, no se le quita nada, sino que él mismo se ha privado de él haciéndolo inútil, para sí mismo y para los demás, con su actitud pusilánime. Vemos ahí (y aquí, entre nosotros) una tentación de querer asegurar lo que ya tengo, enterrar el talento, lo que es una falta de confianza en uno mismo y en la vida, y, por lo tanto, en Dios. Esa actitud no ayuda a que Dios reine en nuestro mundo y entre nosotros, así que no se parece al «Reino de los cielos» que soñó y proclamó nuestro Maestro, Jesús.

 

Señor, danos la gracia de reconocer los talentos que nos has dado, evitando ocupar tiempo precioso en mirar los que otros tienen, para, en cambio, descubrir cómo utilizarlos para el bien de los demás, lo que es lo mismo que decir para construir el Reino del Padre Bueno y de todos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, descubrir, desarrollar y poner nuestros talentos al servicio de los demás,

Miguel.

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